Capitulo 2.

Viajes en Alemania. Instruye al pueblo de Renania. Vida solitaria y austera en la montaña. Inicio del monasterio. Milagro.


13. Salió de Irlanda y atravesó muchos países. Examinó diligentemente muchos lugares, y buscando la paz de su alma llegó finalmente al país de los alamanes donde encontró un pueblo ciertamente  rudo y duro, y allí  se quedó algún tiempo dándoles palabras y ejemplos de salvación. Muchos le oyeron y le amaron, pero otros muchos no se cuidaron de oírle ni de amarle. Morando  en aquellas regiones y sopesando qué podría hacer, tuvo noticia de la buena y amable regla de San Benito, quien no hacía mucho  había emigrado al Señor [había muerto]  y había dejado muchos seguidores de su regla.  Y supo así por una moción del Espíritu Santo que lo que hasta ahora había conocido no llenaba los deseos de su corazón, y que así como en otro tiempo [Dios] le había encomendado un pueblo, ahora tenia que reunir en torno a sí otros varones en una comunidad de vida religiosa perfecta. Y por esta causa viajó de nuevo de unos sitios a otros, pero ni en las costumbres de los pueblos ni en su propio corazón encontraba lo que le llenara.



14.Entonces comenzó a orar y llorar diciendo: "Inclina, Señor, tu oído a mi plegaria y escúchame porque soy pobre e indigente" (Salmo LXXXV, 1).
Lo cual ha de entenderse así: Tú, Señor, que gobiernas todas las cosas, condesciende a mis tribulaciones, inclina tu oído misericordioso y escucha las palabras de mi oración, porque soy indigente en el alma por la pusilanimidad de mi mente, y pobre en el cuerpo por el dolor de las aflicciones en las que me veo por seguirte.
Y porque debo amarte sobre todas las cosas, acuérdate de que yo he procurado servirte desde mi infancia y por tu amor amé siempre la pobreza y el olvido del mundo. Así pues, Dios, recibe estas suplicas por la veracidad de mi buen deseo, e infunde la suave consolación de tu quietud a mi alma, como rocío que cae sobre los campos.
Y en  la visión de la noche manifiéstame algo con claridad  para que encuentre de algún modo el lugar donde te sea grato mi ofrecimiento.
Y en efecto Dios hizo con este santo lo mismo que a otros tantos amados por Él, que le habían querido con toda la vehemencia de su corazón cuando con intención recta buscaban confiadamente en él, ver, hablar y hacer lo que creían percibir en su presencia.



15. El Espíritu Santo  arrancó de Disibodo toda ficción de esa vanagloria que está presente en muchos hombres que simulan orar y ayunar a voluntad cuando injustamente pretenden algo de Dios y que cuando quieren algo de Él se lo presentan de modo ostentoso. Los que son así, se verán dispersados como pajas por el viento. Pero cuando el hombre mortifica su vanidad, lo considera una ensoñación y castiga con la fuerza de Dios la soberbia, la vanagloria, la adquisición de fama entre las gentes y los demás vicios de modo que aquel hombre abraza el amor de su Creador, estas sugestiones no le apartan de Él de ningún modo.



16. Gozoso con la esperanza de su buen deseo, el cual sabía que era Dios quien le había llenado de él, al oir la buena fama de la gente que residía en las Galias junto al Rin - es decir, que era un pueblo ciertamente duro pero que vivía observando las normas de la Iglesia -  y cansado ya de la burla de unos y otros pueblos, encaminó sus pasos al Rin con buenas expectativas.
Dando rodeos por caminos difíciles llegó al río Glan y en cuanto lo pasó vio un monte alto y hermoso y lo subió. Después de 10 años de peregrinación, gozosamente puso allí su residencia y descansó. Y a sus compañeros que habían venido con el de Irlanda, que eran tres, llamados el primero (que era el mayor) Gililaldo (Gillilaldus), el segundo, Clemente y el tercero Salustio, tocado por el Espíritu Santo  les dijo:

-Este será el lugar de mi descanso.



17. Una vez examinado el monte y las zonas circundantes,  examinó con atención todas sus laderas y le agradó su amenidad, y aún más como lugar donde vivir y que descansara el alma, porque la altura hacia difícil el acceso al lugar y las riberas de los afluentes que había por ambas partes daban a sus moradores descanso y consolación.
Y oró diciendo:

-¡Oh Dios!,  que resides sobre los cielos y riges el abismo,  te ruego que la amenidad de este lugar se vierta en amenidad de las almas, porque es bueno que en este lugar te sirva a ti fielmente un pueblo fiel.
Y diciendo esto señaló el lugar de la morada en la ladera de este monte hacia Oriente, a causa de la conducción del agua, y comenzó a llevar la vida rigurosa que había deseado: oración, vigilia y ayunos, y vida áspera, dura y solitaria.



18. Los compañeros  que habían ido con él, para no perturbar el gozo, calladamente construyeron sus habitáculos algo más distantes. Y ha de saberse que se sustentaban habitualmente con hierbas porque no había otros alimentos. El monte estaba rodeado de bosque y tenía muchos lugares difíciles y peligrosos, no solo para un hombre, sino también para comunidades grandes o pequeñas. Y sucedió que hombres que entraban en aquellos bosques, ya fuera para cazar fieras, a pescar en los ríos adyacentes o para conseguir madera u otras necesidades, veían en muchas  ocasiones a este santo varón alimentarse de raíces u otras cosas necesarias de las que se proveía, y lo divulgaron durante  algún tiempo.



19. Se fue extendiendo por el pueblo el rumor de que había venido enviado por Dios un santo, acompañado de otros. Admirados, muchos acudían con ganas de conocerle; para que se les concedieran cosas útiles, les predicaba palabras de vida y de salvación, puesto que desde el tiempo de su exilio hasta ahora había trabajado en la lengua de estos hombres, de modo que los entendía y hablaba su propio idioma.
Por eso sucedió que los que instruía amonestándoles con palabras de vida, venían con frecuencia a traerle a él y a quienes moraban con él, la cosas necesarias para el sustento. El siervo de Dios y sus socios se consideraban pobres e indigentes y devolvían.todo lo que sobrara fuera de lo cotidiano.
La tradición dice que Adán murió por el alimento y por esa causa Antonio, Macario y otros [ermitaños] parecidos, que vivieron alimentándose de hierbas y alimentos duros, lo tenían muy presente en el corazón. A su ejemplo, para que no los engañara la antigua serpiente, [Disibodo y sus compañeros] se esforzaban en abstenerse de alimentos delicados y de costumbres cómodas para el cuerpo. Y cuanto más mortificaba su carne Disibodo, tanto más Dios le multiplicaba ampliamente su gracia, por lo que muchos enfermos y débiles se acercaban a él, y por sus méritos los sanaba instantáneamente el Espíritu Santo, lo que causaba espanto a su humildad, por lo que huía cuanto podía de la alabanza de los hombres.



20. Como su fama de santidad volaba por toda la provincia de boca en boca, vinieron a  él algunos hombres temerosos de Dios que edificaron un pequeño oratorio en la falda del monte hacia Oriente, donde pudiera celebrar los oficios divinos con los suyos,  y donde en lo posible, ellos y los demás que se acercaban allí buscando a Dios, recibieran las palabras y el alimento de la vida.
Otros arrancaron la vegetación de la explanada que estaba al pie del monte, a Occidente, y prepararon al santo huertos y lugares de descanso.  Este lugar se llamó al principio “Studenheim” porque los matojos que arrancaron se llaman “studim” en lengua vulgar. También vinieron al santo muchos hombres de regiones lejanas, que le encomendaban sus almas con fe y esperanza, y por eso los pueblos que habitaban esta provincia temieron la acción divina, diciéndose que habían sido negligentes ante estos hechos, ya que por medio del santo, Dios había visitado para gloria y honor de su nombre un sitio que ellos habían descuidado honrar y visitar con mayor frecuencia.



21. Algunos príncipes, nobles y potentados, aunados al pueblo que moraba en estas tierras, ofrecieron al santo y a los que después le siguieron, el monte con todos sus términos a lo largo y a lo ancho, incluso a gran distancia más allá de los ríos Glan y Nahe porque vieron en él las maravillas de Dios  y porque advirtieron también que era necesaria la santa conversación con los hombres allí reunidos. Vieron que bastara para las necesidades de la vida presente sin indigencia y con  un clamor común decían: “Alabanza a ti Señor Dios, porque te has dignado enviarnos a este hombre santo”.
Recibido el regalo, el santo se estremeció de temor recordando las muchas adversidades que anteriormente había sostenido en su cargo episcopal contra las gentes del pueblo, y oraba a Dios de rodillas para que el regalo hiciera brotar una donación idéntica para el crecimiento de las almas.



22. Finalmente, pensaba con el corazón inflamado noche y día cómo durante muchos años había taladrado su corazón el deseo de su alma de cómo y dónde reunir religiosos para llevar vida de penitencia. Su espíritu entendió que agradaba a Dios que hubiera una congregación para servir al Creador en aquel lugar, e inspirado por el Espíritu Santo puso todo su empeño en practicar el modo de vida y la doctrina de S Benito, muerto años atrás, pero que había dejado hombres santos, ministros fieles de su bendita institución, que todavía vivian en sus tiempos. Y envió mensajeros a esas regiones lejanas donde se conservaba aquel santo modo de vida, suplicando humildemente que oraran por ellos, que habían plantado la viña del Señor Sabaot según la doctrina del Padre que dictó una regla espiritual tan prudente, instruido por el Espíritu Santo, a partir  de la vida de los santos.



23. Atrajo mucha gente a este tipo de vida religiosa y mandó edificar para ella el oratorio y las moradas convenientes en la cumbre del monte en razón de su difícil acceso, a fin de que no se viera perturbada por el pueblo y para que ni la religión ni el rigor exigente degeneraran en molicie a causa de las visitas frecuentes y cotidianas de los que los visitaban. Pero él permaneció solitario en la falda del monte hacia Oriente, en el habitáculo y oratorio que le habían preparado, presto a atender a todos y dar respuestas a todos los visitantes, satisfaciéndoles según su condición.
La congregación de los hermanos aumentaba ante Dios y ante los hombres y lo  que tenían que hacer lo fiaban al mandato o a la permisión del santo y vivían según la regla instituida por San Benito.



24. El piadoso Padre Disibodo consideraba que su congregación, constituida según la costumbre de la regla fundacional, era de tal manera firme que el diablo no podría debilitarla favoreciendo vicios y no podría atacada desde sus inicios e introducir el germen de disolución. Y que se mostraría poderosa por la represión de los vicios, ordenada como un ejército de batalla por la concordia de las virtudes y así se mostrara al diablo y a los hombres,
Y efectivamente enseñaba con sabiduría a luchar mediante la humildad contra las turbas enemigas de los espíritus del aire, y a evitar la vanidad de la soberbia y la arrogancia del espíritu en la delectación del mundo. Y proponía que se conservara con diligencia la alabanza y gloria de la victoria que se obtenía legítimamente en combate y finalmente que se observara recta cautela y circunspección.
Rodeó y proveyó su fundación con un halo de rigor y de discernimiento espiritual en la disciplina para que el diablo no irrumpiera de improviso sabiendo que estudia con la máxima astucia cuándo irrumpir en la gentes espirituales. Y que se goza mucho más cuando vence al hombre espiritual arrastrando su voluntad de pecar que cuando envicia a las gentes del mundo, pues se da cuenta de que a él le sucedió algo semejante cuando por deseo de gloria celeste fue arrojado del cielo por su soberbia.



25. De este modo el santo empezó a reunir y a exhortar a sus hijos, y los hombres del mundo al verlo acudieron a él de toda la provincia y le ayudaban de buen grado en sus necesidades para llevar a término todo lo que comenzaba a hacer y obrar. Por lo cual aquella santa congregación se multiplicó hasta llegar al número de 50 hermanos a lo largo de 12 años. En aquellos tiempos pocos hombres hacían ese género de vida  y nadie se les agregaba hasta después de ser probado. Pero el Espíritu Santo que había plantado esa congregación  también la regó como el rocío que cae sobre un campo fértil, de modo que en ella crecía la observancia de la disciplina, aumentaba de virtud en virtud,  y no encontraba el impedimento de la acción insidiosa del antiguo enemigo, porque allí donde está el Espíritu Santo con sus milagros, el antiguo enemigo está atemorizado y lo estará y no se atreverá a entrar a ahí, y si sembrara a hurtadillas, para su confusión la mala semilla sería destruida de nuevo por el Espíritu Santo.
Los signos y milagros de Dios acompañaban los meritos y la santidad de Disibodo, y con frecuencia se renovaban, porque Dios siempre hacia las cosas nuevas.



26. Cierto varón cuya lengua estaba tan debilitada por la exagerada debilidad de su cuerpo que no podía proferir palabras, vino a él de regiones muy lejanas y le suplicó  fervientemente, valiéndose de signos que hacía con las manos, para que suplicara a Dios que le librara de su enfermedad. El santo Padre hizo una oración sobre él sintiendo que la gracia de Dios estaba presente en sí mismo, y recordando los ejemplos del Señor cuando hizo hablar al mudo, sopló en la boca del hombre diciendo:

-En el nombre del que dijo al mudo “Effeta”- y comenzó a decir:
- A ti te ordeno, cadena de la enfermedad, que sueltes  la lengua que debilitaste a este hombre  y te alejes de él y no impidas que este hombre hable su lengua.
E inmediatamente se soltó a hablar y hablaba perfectamente palabras humanas y dio gracias  Dios y al santo.



27. Sucedido esto, también cierto hidrópico que tenía un enorme tumor inflamado, al que sus amigos llevaron ante el santo, le pedía con grandes lágrimas la curación del cuerpo. El santo dudó por un momento y afirmó que era indigno de hechos tan portentosos, pero vencido finalmente por la súplica insistente, oró por él a Dios omnipotente y tocándole con sus manos lo bendijo y así, por la gracia de Dios, la enfermedad desapareció paulatinamente de aquella persona.



28. Vino a él incluso un leproso con la piel ya deformada de un modo horrendo, y tras suplicarle por su enfermedad también le conminó que nunca se apartaría de él hasta que no le restituyera la salud. Conmovido el santo finalmente por la incómoda insistencia de ese hombre, lo condujo a su habitáculo y allí lo retuvo durante algún tiempo elevando con frecuencia oraciones por él, y tras quedar su carne curada y hermosa a la vista, lo hizo volver a su casa.
Y esta es la verdad de quien vio estas cosas que hizo, y aquí se dan a conocer abiertamente a quienes las desconocen.

 

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