F.   La recepción de los hermanos [RB 58-62]


30. Los niños [RB 59]

"Y junto con la ofrenda eucarística envuelvan la cédula y la mano del niño con el mantel del altar..." (RB 59, 2). Quiere decir que la petición de los padres del niño ha de constar en escritura, como evidente confirmación de lo que ofrecen a Dios, y además, que en su nombre prometen estabilidad, conversión y obediencia, ante Dios y sus santos, como se dijo más arriba.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
30.  Los padres de los niños oblatos han de presentar su petición por escrito, como los novicios adultos. Concluye el párrafo diciendo: "como se describe más arriba...", lo cual es una clara referencia a lo dicho a propósito del capítulo 58 de la Regla sobre la forma de recibir a los candidatos, un capítulo sobre el cual nada ha comentado.


31. Los sacerdotes [RB 60]

"Si alguien del orden sacerdotal pide que le admitan en el monasterio, no se acceda enseguida a su deseo" (RB 60, 1). Se refiere a aquel que haya tenido a su cargo algún decanato, parroquia, o cualquier otro cargo de responsabilidad, lo cual le haría muy difícil forzarse a sí mismo a sujeción; no hay ni que hablar del caso de un obispo, porque no sería propio que quien cuida de las almas de las personas, y está por encima de cualquier abad, fuera a sujetarse precisamente a un abad. Si un obispo se siente llamado a cambiar de vida y convertirse, ha de hacerlo únicamente por medio de la penitencia, sin someterse a ninguna otra autoridad. "Y si por ventura se tratare de proveer algún cargo, o de resolver algún asunto en el monasterio" (RB 60, 6), con lo cual se refiere a responsabilidades y enseñanzas, y también a los asuntos externos que requieren consulta. "Ocupe el lugar que le corresponde según su ingreso en el monasterio..." (RB 60, 7). "El lugar, es decir, la profesión de vida de un camino de humildad y sujeción... que le alcanzará un puesto de honor y mucha seguridad... (Tim 3, 13). Que guarde ante los ojos de su corazón el lugar donde va a entrar, porque recibe el hábito monástico en el monasterio, que muestra desprecio por el mundo, y él puede ocupar un lugar superior al que le correspondería por su entrada, solamente concedido por respeto al sacerdocio (cf. RB 60, 7). Esto quiere prevenirle para que no desee el lugar del maestro que antes fuera; que no se juzgue ni piense de sí ser más alto que los otros hermanos, ni que los sobrepasa en nada por haber vivido en un ambiente elevado. Al contrario, porque, él se ha sometido libremente a la disciplina de la Regla, y debe dar buen ejemplo ante los hermanos, mostrándose obediente y sumiso en todo, a pesar de su sacerdocio.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
31.  He aquí un detallado comentario sobre la recepción de sacerdotes. Como guías de almas, los obispos no han de ser recibidos en el monasterio, porque sería impropio para ellos someterse a un abad. De igual forma, considera inapropiado recibir sacerdotes que hayan tenido puestos de autoridad, y en caso de ser admitidos, éstos tendrían que estimar su situación humilde y sumisa en el monasterio, y en mayor medida que su rango sacerdotal. Deben ser, además, un ejemplo de obediencia y sumisión, pues a ello están más obligados por haber elegido libremente ser monjes. Finalmente, deberán estar lejos de pensar que ellos son más sabios que quienes entraron en el monasterio siendo niños. En estas pocas líneas demuestra Hildegarda que sabe mostrar la tensión existente entre oblati/nutriti por una parte y los conversi por otra. Una experiencia que quizá tenga su fundamento en su experiencia como oblata-monja-abadesa.


32.  Monjes de otra parte [RB 61]

"Si más adelante quisiere incorporarse a la comunidad, no se le rechace su deseo..." (RB 61, 5) "... No sólo se le admitirá a formar parte de la comunidad si él lo pide, sino que incluso le convencerán para que se quede, con el fin de que los demás aprendan con su ejemplo, y porque en todas partes se sirve a un mismo Señor, se milita para un mismo rey" (RB 61, 8, 9, 10). "El que va a ser admitido, en el oratorio, delante de todos, prometa unirse a la comunidad, comportarse como monje y ser obediente" (RB 58, 17). "De le que ha prometido hará una cédula de petición, en nombre de los santos cuyas reliquias se encuentran allí, y del abad que está presente" (RB 58, 19). Quiere San Benito que se entienda bien que "no se le rechace su deseo" y que "incluso se le convencerá para que se quede", "porque en todas partes se sirve a un mismo Señor" (RB 61, 5, 7,10). Pero quiere que se entienda bien que s: un monje, a causa de su propia inestabilidad, secreta o abiertamente, deja si monasterio, en el cual había prometido estabilidad y presentado su cédula de petición, como se dijo más arriba, y, llegado a una región lejana, encuentra un monasterio cuya vida le atrae, puede hacer en él la estabilidad si le mueve í ello el arrepentimiento; y esto incluso en el caso de que, a causa de la distancia, no haya conseguido cartas de recomendación. Sin duda será siempre mejor recibirle que negarle la entrada, porque, en éste último caso podría verse impulsado a volver al mundo a causa de los años y los achaques, y no sería difícil que en tales circunstancias pudiera perecer en el alma o en el cuerpo. De cualquier modo, lo mejor para él sería volver a su monasterio, que abandonó sin permiso de su padre espiritual, pedir perdón, y no tratar de quedarse obstinadamente en el otro monasterio. Y mucho más, sabiendo que el primer monasterio se mantiene en una auténtica disciplina. "Guárdese, no obstante, el abad de admitir alguna vez para quedarse a un monje de otro monasterio conocido sin el consentimiento de su abad y sin una carta de recomendación" (RB 61,13). Es indudable que no ve bien que cualquier monje que está obligado por su estabilidad y su expresa petición en un monasterio vaya de un sitio a otro eligiendo sin permiso; por el contrario, se han de guardar los votos con firmeza y perseverancia.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
32.  La aceptación en el monasterio de personas que han hecho profesión en otro monasterio fue un tema candente en el siglo XII. En Ex 5 declara la importancia de la estabilidad y cierra este párrafo insistiendo en la obligación de los monjes de permanecer fieles a sus votos, no yendo a otro monasterio sin permiso. Termina hablando del hecho concreto de un monje que, a causa de su propia falta de estabilidad, abandona el monasterio sin permiso. Lo presenta viajando de acá para allá, y, al fin, encontrando un monasterio parecido al suyo, se ve movido por el arrepentimiento a pedir en él la admisión. Aunque, generalmente hablando, sería mejor para ese monje volver al monasterio de su profesión, pudiera ser que le llegara la muerte sin haber podido reunirse con la comunidad que abandonó. Por esto, y a juicio de Hildegarda, es mejor recibirle en este otro monasterio incluso sin tener cartas de recomendación; pero reitera la cautela que muestra San Benito para admitir a un monje de otro monasterio sin consentimiento de su primer abad.

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