G.   Relaciones entre los miembros de la comunidad  [RB 62-73]


33. Sacerdotes [RB 62]

"Ni olvide, con el pretexto del sacerdocio, la obediencia y la disciplina de la Regla, sino que avance más y más hacia Dios. Ocupará siempre el lugar que le corresponde por su entrada en el monasterio, a excepción del ministerio del altar" (RB 62, 4,5, 6). Es decir, que un monje que es ordenado sacerdote en su monasterio, no se enorgullecerá a causa de su sacerdocio, antes al contrario, como escribe San Pablo a los Corintios, debe permanecer con los ojos de su corazón fijos en el lugar de humildad y sujeción, donde, siguiendo el ejemplo de Cristo, recibió el hábito monástico, y se abrazó con el desprecio del mundo, sujetándose al servicio de Dios y de los hombres, y lo hizo con una amorosa devoción. Sobre todo, que sea humilde en sus pensamientos cuando se acerque al servicio de Dios en el altar, y de esta manera llegará a ser más humilde y más obediente en todo cuanto haga. Deberá recordar siempre que recibió un día el hábito de monje con sentimientos de humildad y devoción, por propia voluntad, sin orgullo, y debe recordar siempre igualmente las palabras de San Pablo (1 Cor 4, 11) y del Evangelio (Mt 11, 29) acerca de los deberes del altar y del sentimiento de la propia humildad y dulzura, buscando el último lugar.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
33. En este párrafo vuelve a la cuestión del lugar de los sacerdotes en el monasterio; pero no se trata ya de sacerdotes que hayan ejercido cargos administrativos o que hayan enseñado con autoridad, sino más bien, en sentido amplio, de cualquier sacerdote. Y desarrolla la idea ya apuntada en Ex 31, según la cual el monje sacerdote deberá encontrar en su profesión monástica y en su sacerdocio motivo de humildad y obediencia, porque ambos le comprometen a una vida de servicio a Dios y a los otros. Aquí, como en Ex 31, da una importancia considerable al puesto del sacerdote en el monasterio, lo cual refleja quizás un interés especial de la comunidad Hunniense.


34. Respeto por los ancianos [RB 63]

"En cualquier parte que se encuentren los hermanos, el más joven pedirá la bendición al mayor (RB 63, 15); por esta forma de saludo aquél mostrará sumisión al mayor con toda humildad.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
34.  Cuando un joven saluda a un anciano pidiéndole la bendición, con ello le demuestra humildad y dependencia.


35.  Oración por los hermanos ausentes [RB 67]

"Y en la oración final de la Obra de Dios se hará siempre memoria de todos los ausentes" (RB 67, 2). Esta última oración de la Obra de Dios es la oración del Señor, porque, como ya dijimos, el final es la letanía, la oración del Señor, y la despedida. Cuando los discípulos de este bendito Padre decían las palabras "mas líbranos del mal", añadían, refiriéndose a los ausentes: "Y de tus siervos nuestros hermanos ausentes", recordándolos de esta forma. En aquel tiempo no estaba aún plenamente establecidas las oraciones colectas, y frecuentemente terminaban el servicio divino con el Padre nuestro.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
35.  En Ex 13 no piensa Hildegarda que en tiempos de San Benito las horas del Oficio terminaban con una oración colecta. Aquí concluye diciendo que la conmemoración de los ausentes que San Benito había mandado para la terminación de completas se unía al Padre nuestro.


36.  Los niños [RB 70]

"El cuidado de la disciplina y de la vigilancia de los niños, hasta la edad de quince años, es incumbencia de todos" (RB 70,4). Es decir, que así como un joven menor de quince años es delicado de cuerpo, igualmente es delicado de mente, y puede ser inclinado con facilidad hacia el bien; sin duda que no osará oponer resistencia a quienes le corrigen. Pero cuando alcanza los quince años, entra de lleno en la juventud, y como un árbol florecido y bien apuntalado, su mente, ya desarrollada, desdeña aceptar las correcciones que antes recibía de buen grado.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
36.  En este párrafo elabora, a partir de unas palabras de la Regla, la disciplina de los niños hasta la edad de 15 años.


37.  Derechos hacia la meta [RB 72]

San Benito termina afirmando que el reino de los cielos estará abierto a quienes hagan estas cosas (cf. RB 72, 12) descritas en la Regla, que no son demasiado suaves, ni excesivamente restrictivas. Evitando mirar hacia la derecha ni hacia la izquierda, llevarán a quienes las cumplan directamente al cielo.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
37.  En este pasaje, que es un paralelo de Ex 2, retorna Hildegarda a la discreción de San Benito. Donde dice que el santo no apuntó ni demasiado alto ni demasiado bajo dice ahora que no se desvió ni a derecha ni a izquierda.


38. Conclusión

Así, pues, yo, que soy una pobrecilla mujer oí estas palabras de la Sabiduría que me enseñaron los pasajes oscuros de la Regla de San Benito, de manera que me fuera posible comunicarlas con claridad y hacerlas  comprender a los mansos, dóciles, y temerosos de Dios, que las oyesen con un corazón amante y las aceptaran con humilde devoción.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
38.- El párrafo conclusivo de Hildegarda es otro paralelismo con Ex 1: ella no es sino una pobre mujercilla enseñada por la Sabiduría misma. Y termina con una palabra de aliento a quienes, como ella misma y como la amedrentada comunidad de Hunniensis, no están entre los poderosos de este mundo, y, por lo mismo, están capacitados para oír, comprender y aceptar estas palabras con un corazón amante y una humilde devoción.


Traducción del latín.
Hugh Feiss, osb.

Traducción española, publicada en Revista Cistercivm 204 (1996):
Carmela Merino Salvado, ocso.
Francisco R. de Pascual, ocso.