C.  Disciplina de la vida común [RB 43-52]


22.  Correcciones [RB 43-46]

"A fin de que pueda ser visto de todos y él mismo lo vea... cuando acabe la Obra de Dios, haga penitencia con una satisfacción pública" (RB 43, 5-6), postrándose y pidiendo perdón; y dice también: "... Pero con tal de que el culpable satisfaga" (RB 43, 12), añadiendo: "cuando desee lo que antes rehusó, o alguna otra cosa, no recibirá nada en absoluto hasta que dé la correspondiente satisfacción" (RB 43, 19); por la falta de respeto, al hermano rebelde se le negará todo, hasta lo necesario, hasta que demuestre su enmienda por una humilde penitencia. "... Se arrojará a sus plantas, y luego a las de todos, para que oren por él" (RB 44, 4) a Dios, a quien ha ofendido por sus graves faltas. "Lo harán así hasta que les dé su bendición -el abad- y diga basta" (RB 44, 10). "Si no se humilla allí mismo dando satisfacción en presencia de todos, será sometido a un castigo más duro" (RB 45, 1), con castigo corporal incluido, en presencia de todos. "Pero si se trata de un pecado oculto del alma, lo manifestará tan sólo al abad o a los ancianos espirituales" (RB 46, 5); es decir, si el hermano ha faltado secretamente cometiendo algún pecado, que lo confiese para obtener perdón.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
22.  Aquí también une dos secciones de RB 44. El que ha sido excomulgado del oratorio y de la mesa por faltas graves ha de postrarse a los pies del abad "... y luego a los de todos, para que oren por él" (RB 44, 4). Aquellos, sin embargo, que hayan sido excomulgados solamente de la mesa por faltas leves "... han de satisfacer en el oratorio hasta que lo mande el abad. Lo harán así hasta que les dé su bendición y diga basta" (RB 44, 9-10).
Hildegarda reúne en tres principios las prescripciones de la Regla sobre la corrección: (1) los que faltan contra la Regla, el abad o la comunidad, que deberán hacer pública satisfacción. (2) Los que no dan esa satisfacción, castigo corporal, público. (3) Los que cometen alguna falta secreta la confesarán tan sólo a su superior o a los ancianos espirituales. Hildegarda no hace aquí distinción entre confesión monástica y sacramental.28


23.  Prácticas penitenciales [RB 49]

"Con todo, aquello que cada uno ofrezca, propóngalo a su abad, y hágase con su bendición y su consentimiento" (RB 49, 8). Ninguno de los hermanos deberá abstenerse por completo de la comida ni la bebida regulares que se ponen ante de los hermanos, a no ser que tenga permiso de su abad. Y tampoco debe abandonar su puesto cuando estén los hermanos reunidos para las oraciones en común, o para el trabajo. Nunca se irá por propia determinación, a no ser que el padre espiritual le haya permitido hacerlo así. En cuanto a la comida o bebida, puede legalmente retirar algo de lo que se le ponga, si sabe que le sienta mal, pero cuide de no causar escándalo ante sus hermanos, y sigan todos la norma común del monasterio en todos los asuntos, sin quejarse.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
23.  Aquí como en Scivias 1, 6, 82, Hildegarda pasa de tratar de la confesión de las culpas al castigo corporal como medio de satisfacer (ed. Führkótter, p. 88), pero afirma que nadie debe abstenerse de alimento a no ser con permiso de su abad, y dentro del contexto de la vida común. Y traza tres caminos. Primero, de no ser que el abad lo permita. La abstinencia voluntaria no llevará al monje a dejar en la mesa la comida y la bebida. Segundo., tampoco debe abandonar el monje los ejercicios comunes, ni las oraciones, sin permiso del abad. Tercero, la abstinencia parcial de las comidas está permitida por causas de salud, siempre que no sea causa de escándalo para los hermanos. Concluye afirmando que, como regla general, todos deben seguir las normas que rigen en el monasterio, sin quejas, humilde y regularmente. El hecho de que deje lugar a la discreción personal en cuestión de alimentos y de bebida, por causa de la salud corporal, es indicativo del alto valor que concede a la salud física.


24.  Prohibición de comer fuera del monasterio [RB 51]

Escribe después: "... No se atreva a comer fuera, aunque alguien se lo niegue con toda insistencia, a no ser que su abad se lo ordene" (RB 51,1-2); si obra de otra forma, será excomulgado, permaneciendo apartado de la comunión de sus hermanos hasta que haga la debida satisfacción, como ya se ha dicho.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
24.  Omite la primera frase del corto capítulo de San Benito y añade una descripción de la excomunión.


25. Reverencia [RB 52]

"Una vez terminada la obra de Dios, saldrán todos con sumo silencio, y guardarán la reverencia debida a Dios" (RB 52, 2). Dice que se tenga la debida reverencia en todas las obras que son para el servicio de Dios, sin precipitación ni apresuramiento y den muestras de respeto al inclinarse cuando se sale del oratorio.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
25.  Aquí ve ella la reverencia como una actitud hacia Dios que deberá acompañar todas las obras hechas en el servicio de Dios y considera la precipitación como su contrario.


26. Hospitalidad [RB 53]

"... Una vez que se avise que hay un huésped, el superior y los hermanos saldrán a recibirle con todas las atenciones de la caridad. En primer lugar, orarán todos juntos..." (RB 53, 3); irán todos a la iglesia para orar, y pedir a Dios no violar sus normas con los huéspedes. Y los huéspedes se edificarán viendo su manera de vivir. "Con la cabeza inclinada o con todo el cuerpo postrado en tierra, adorarán en ellos a Cristo, que es a quien reciben" (RB 53, 7). Ha de ser como si Cristo estuviera presente cuando los huéspedes llegan, cuando se les recibe, o se les dice adiós, con una bendición, inclinándose con reverencia ante ellos, porque representan a Cristo; y cuando se pide perdón (cf. RB 5, 6). "... Se les tratará con toda humanidad" (RB 53, 9), lo cual requiere sociabilidad, y amigable conversación ofreciendo los servicios necesarios. "El abad dará aguamanos a los huéspedes (RB 53, 12), como un deber de humildad. "Y tanto el abad como la comunidad entera lavarán los pies a todos" (RB 53, 13), pero debe quedar entendido que se refiere a quienes el abad haya encargado de este servicio. Y el mismo San Benito, cuando recibía huéspedes, él mismo les daba agua para sus manos, y al sentarse a la mesa, les lavaba los pies, y lo hacía a causa del ejemplo dado por el Hijo de Dios a sus discípulos en la Ultima Cena. Los pies de las mujeres no los tocó, pero demostró su desprecio del mundo en su vestido y en su santa manera de vivir. En aquel tiempo no pesaba sobre los monjes todavía el tumulto de personas extrañas, como sucedería más tarde; sin embargo, aquellos que se les acercaban buscaban solamente a Cristo, y le encontraban en sus santas obras.

COMENTARIO DEL TRADUCTOR
26.  La reverencia, por lo tanto, ha de mostrarse a los huéspedes; después de haberles saludado, se les llevará a la iglesia, donde los monjes oran, para que su hospitalidad no viole su rutina diaria {ordo), y los huéspedes orarán para verse edificados con la forma de vivir (conversado) de los monjes.
Pone especial énfasis en hacer ver que San Benito quiere que se sirva a Cristo en los huéspedes. La cortesía (humanitas) extensiva a ellos incluye la conversación, el cuidado de sus necesidades corporales, y el lavado de sus manos y pies (mandatum, ver Ex 18). San Benito, dice ella, podía dedicar más tiempo a los huéspedes de lo que puede hacerlo un superior moderno, porque en su tiempo había pocos huéspedes, y, además, sus motivaciones eran más religiosas.
En todo este párrafo hace un especial hincapié en el efecto que produce el buen ejemplo. El abad lava los pies de los huéspedes siguiendo el ejemplo dado por Cristo. Los huéspedes quedan edificados por el ejemplo de la vida y los quehaceres diarios de los monjes. Y, aunque San Benito no tocó los pies de las mujeres, les dio a ellas ejemplo por su forma de vestir31 y su porte. Aquí, y en su Ex 31, ve el comportamiento externo en el contexto del con-temptus mundi (desprecio del mundo), como un signo o ejemplo para los demás.

siguiente>>