(274) Mocos. Quienes tienen el estómago frío y enfermo y las tripas enfermas, a causa de esta enfermedad exhalan un vapor frío y húmedo a su cerebro. Les pasa como a un veneno cocido, que también se expulsa por la nariz y la boca; lo mismo que las estrellas se limpian en el aire, o que la tierra también echa de sí ciertas suciedades y fetideces.
(275) Purga del cerebro, saliva y mocos. El cerebro tiene unas ventanas que siempre están aireadas y gracias a las cuales siempre se halla reblandecido o se humidifica, que son los ojos, orejas, nariz y boca. De este modo la fetidez fría y húmeda de los humores se concentra allí, en los conductos de salida de nariz y garganta, ya que el cerebro no puede soportarla, sino que la echa para limpieza del hombre y la dirige afuera con el impulso del aire. Y si al hombre no le fuera posible de algún modo esta purga, se volvería loco y se secaría, pues el estómago perecería y el cerebro se pudriría, ya que no podrían soportar este hedor como tampoco el mar tolera la suciedad y materia impura y la expulsa.
Los que tienen bien prietas las carnes son de carnes tan duras como el queso que está tan compacto que no deja fluir ningún líquido. Pues igual pasa con las carnes de estos: la fuerza del livor se queda dentro y se endurece dentro de ellos ya que no pueden expeler tal fetidez. En cambio, en ellos es tanto más débil la humedad de alimentos, bebidas y otros humores porque desde fuera no reciben la ayuda exterior del livor que precisamente está en la carne, que no puede fluir por la densidad y dureza de su carne. Y éstos están enfermos por todo el cuerpo por dentro y por fuera y con heridas en su carne, ya que las impurezas del livor quedan atrapadas dentro y no las pueden expeler. Y por eso tienen gran dolor tanto en el pecho como en las venas y en el resto del cuerpo.
Los que tienen el cuerpo de carne grasa abundan en humores y tosen fácilmente, pero a duras penas logran expulsar esputos porque el aire y demás elementos que con dificultad penetran en ellos, no pueden salir fácilmente por el grosor y la espesura de la carne, ni tampoco pueden moverse los humores para purgarlos con la expectoración. En efecto, quienes tienen abundantes flemas y no las expulsan, se cubren de carne enferma y débil, y por eso no están ni pueden estar sanos. En cambio quienes teniendo muchas flemas sí las expulsan, terminan extenuados pero su cuerpo sana por no retener dentro tales impurezas. En cambio quienes no expulsan las flemas y por tanto contraen la enfermedad, como quedó antes dicho, mejor que tomen bebidas purgantes que les limpien.
(276) Estornudos. Cuando la sangre de las venas del hombre no está despierta ni veloz, sino en reposo y como dormida, sus humores no son veloces sino tibios y el alma, que lo percibe, da por su propia naturaleza una sacudida a todo el cuerpo mediante un estornudo, y pone a la sangre y los humores de nuevo en vigilancia y los hace volver a su estado. Pues el agua se pudriría si no se moviera por las tempestades e inundaciones. De modo que si no estornudáramos o no nos limpiáramos la nariz sonándonos, nos pudriríamos por dentro.
(277) Hemorragia nasal. Cuando los hombres tienen en su interior mucha ira y mente terca y, obligados por alguna causa (por no atreverse, por temor o pudor, o por tristeza o por cualquier impedimento) no lo exteriorizan ni lo sacan fuera, en esas ocasiones sus venas del cerebro, cuello y pecho revientan y se rompen por tal contrariedad y se quiebran por los conductos por donde van los olores a la nariz. También los hay que ocupan la mente con pensamientos vanos o dispersos que, después de todo no pueden concretar; o los hay que con mente dispersa y disoluta deambulan de flor en flor; o que con costumbres disipadas o relajada lascivia se entregan de aquí para allá en su mente y con riesgo de acabar en una pérdida de cordura, y no poder controlar ni los ojos, el gesto, ni el rostro en su correcto estado. Entonces a causa de estos pensamientos vagos, sus venas del cerebro, cuello y pecho revientan, de forma que la sangre se derrama de su nariz, como se dijo; pues los pensamientos y mentes vanos inflaman las venas mencionadas y hacen salir la sangre.
Y también cuando uno a veces tiene en la carne y en las venas exceso de sangre, entonces a causa de la respiración que entra y sale por la nariz, la sangre encuentra en la nariz salida más fácil para tal erupción que en cualquier otro lugar del cuerpo, de modo que las venas del cerebro y otras venas que están cerca de ahí, revientan por el exceso de sangre y fluye hacia fuera.
También hay algunos en quienes la sangre sobreabunda tanto que se vuelve a veces espesa y negruzca por su exceso. Pero cuando tiene fuerzas sanas y en buen estado, éstas arrojan la demasía y el exceso de sangre por la nariz, de modo que sus cerebros se purgan con esta efusión, la vista se agudiza y sus fuerzas recuperan la salud. Pero hay otros hombres a los que fiebres altas agitan la sangre y tienen gran calor, y así como el vino se mueve en el odre también hacen salir sangre de la nariz. Y con esta efusión de la sangre el cerebro se vacía un poco y los ojos se nublan y se le debilitan las fuerzas a este hombre.
(278) Coriza. Cuando el cerebro del hombre está puro y sano sucede a veces que ráfagas de aire y demás elementos suben al cerebro, y le traen y le sacan distintos humores, produciendo una neblina de vapor en el recorrido hacia la nariz y garganta, de modo que allí se concentra un livor nocivo como vapor del agua. Y este livortambién concentra allí enfermedad por humores débiles que acaban saliendo de allí con dolor por la nariz y la garganta, lo mismo que las heridas que ya están maduras expulsan la infección que hay en ellas cuando revientan, y lo mismo que tampoco puede cocinarse ningún alimento antes que se deshaga de las impurezas que hay en él con la espuma que lo limpia. Y lo mismo hace el alma en el cuerpo humano, cuando todos los humores del cuerpo, en los ojos, oídos, nariz, y boca se calientan según su naturaleza durante la digestión por el calor del alma, como un alimento que se depura al fuego al echar espuma.
Si sucede que uno prueba por primera vez un alimento nuevo y desconocido, y bebe un vino o alguna otra bebida desconocida por primera vez, entonces, a causa de esos nuevos humores se mueven en él otros distintos y se hacen líquidos y destilan purgándose por la nariz, igual que un vino nuevo vertido en una tinaja se purga expulsando posos y heces. Pero si alguno retuviera o no permitiera una purga de este tipo, de modo que no la permitiera fluir, se perjudicaría igual que si retuviera la digestión o la orina, y no la dejara circular cuando le corresponde. Pero si otros humores se añaden a éstos con tal exceso que acrecentaran con ello un dolor extraordinario, entonces prepárese la medicina para hacerlos salir más suavemente.
(279) Purgas. Las bebidas que purgan el estómago no benefician a los hombres propensos a caer enfermos, que de este modo están aplastados y agotados por la parálisis. Tampoco les beneficia a aquellos cuyos humores están en constante desplazamiento, como ríos que desparraman sus aguas por doquier sin control en las inundaciones, ya que una vez tomados los brebajes les perjudicarán más que beneficiarles. Pues cuando los humores de este tipo salen del estómago, discurren concentrados entre la piel y la carne y en las venas, pero no en el estómago, y por esta razón cuando este brebaje llega al estómago, allí no queda nada qué expulsar.
(280) Parálisis1. A los que, como quedó dicho, están abatidos por gota de parálisis a causa de los mencionados humores, les van bien los polvos de hierbas nobles y buenas y los buenos y agradables olores de especias caras, pues todo esto reprime, detiene y atenúa con su suavidad el vapor nocivo que, exhalado por los mencionados humores, activa otros humores nocivos.
Quienes no están del todo sanos ni enfermos del todo tomen la purga a la que después aludiremos porque les reportará salud. Y que la tomen los que están sanos, ya que les preserva la salud para no caer enfermos; y también los que por distintas y múltiples comilonas tienen humores grasos y ricos en livor; ya que hace salir los lodos, heces y podre de aquellos humores.
Que la tomen también los que hayan comido cualquier alimento por el que les duela el estómago, ya que alivia y expulsa ese dolor. Quien la quiera tomar, que lo haga en junio o en julio, antes de que empiece agosto, en ayunas y sin condimento alguno; hará salir los livores nocivos y le purgará para no caer enfermo en agosto. Y si alguien hubiera comido cualquier alimento por el cual nota su estómago cada vez más pesado, que la tome en octubre. Puede tomar cualquiera de los otros purgantes, con mayor garantía de salud en los meses mencionados que en los restantes.
(1) El término parálisis no corresponde al sentido actual, sino a su etimología griega, paralýein, “aflojamiento” de músculos.
(281) Dieta. Quien quiera estar sano, coma después de alimentos naturalmente cálidos los que son por naturaleza fríos; y después de los fríos, los que son cálidos; y después de los que son de naturaleza seca los que son de naturaleza húmeda, y después de los que son de naturaleza húmeda los que son de naturaleza seca; ya sean calentados o sin calentar los que son por naturaleza cálidos o fríos, para que así se compensen uno con otro.
(282) Creación de Adán y formación de Eva. Pues cuando Dios creó a Adán, Adán encontró gran placer en dormir al insuflarle Dios el sueño. Y Dios hizo una forma para delectación del hombre, y así la mujer es la delectación del hombre. Y en cuanto estuvo formada la mujer, Dios dio al varón para su deleite aquella virtud de la creación de Dios que es la capacidad de procrear en la mujer. Pues cuando Adán contempló a Eva, fue plenamente consciente de que estaba viendo a la madre con la que debía engendrar a sus hijos. Y cuando Eva contempló a Adán lo vio casi en el cielo, y como el alma desea las cosas celestiales, tiende a alzarse, porque su esperanza estaba en el hombre. Y por esta razón uno solo es y uno solo debe ser el amor del hombre y la mujer, y nada ajeno a él.
El amor del hombre, comparado con el amor de la mujer, es en cuanto al ardor de su calor como el fuego de un incendio en el monte que difícilmente se puede extinguir, frente a la flama de la leña que fácilmente se apaga; mientras que el amor de la mujer comparado con el del hombre es como el grato calor que procede del sol y produce sus frutos, frente a y ardentísimo fuego de la leña; y es que también ella produce sus frutos en su descendencia con gran dulzura. Por tanto el gran amor que estaba en Adán, salió de él con Eva; y el placer de aquel sueño en el que todavía entonces dormía, al transgredirlo se volvió de modo contrario al placer. Por esto el hombre, al sentir y albergar dentro de sí este gran placer, corre raudo hacia la mujer como el ciervo hacia la fuente; y a la mujer ante él le sucede como a la superficie del hórreo que, aguijoneada por múltiples golpes, se calienta cuando en él se aventa el grano.