(266) Escarificación. Quien quiera escarificarse, hágalo en ayunas, que es cuando la podre fluye separada de la sangre. Pues después de almorzar, la sangre se entremezcla con la podre, y si en ese momento quisiera que se le haga una escarificación, le saldrá sangre junto con podre, y para que no le falle el corazón tome un poco de pan y de vino antes de recibir la escarificación.
La escarificación es buena y útil en cualquier momento para poder extraer los humores nocivos y los livores, pues donde más livores abundan es entre el cutis y la carne, y éstos son los que principalmente hacen mal a los hombres. La escarificación conviene más a los jóvenes que a los ancianos ya que en los jóvenes los humores abundan más que en los ancianos. También la escarificación conviene más en verano que en invierno, ya que en verano los hombres comen más alimentos nuevos y más jugos verdes y nuevos que en invierno, que también atraen nuevos livores.
Quien tenga carnes blandas y gruesas, sáquese sangre hasta dos veces al mes mediante escarificación. Quienes en cambio sean delgados lo harán una sola vez un mes cualquiera, si fuera necesario. Y a quienes les duelen los ojos, los oídos o toda la cabeza pongan un cuerno o una ventosa en el confín del cuello y la espalda1. A quien en cambio le duele el pecho póngase el cuerno en los omóplatos, o si le duelen los costados póngalo en ambos brazos donde se juntan con la mano2, y si le duelen las piernas lo pondrá en la ingle, o si le dan retortijones en la ingle, póngalo entre las nalgas y las corvas, o sea en los muslos.
Eso sí, en el lugar en el que se aplica la ventosa o el cuerno no se la pondrá más de tres o cuatro veces en la misma hora para sacar sangre de allí. Tampoco se hará una escarificación, o se hará rara vez, en las pantorrillas o en la tibia ya que en ellas abunda más la sangre que los humores, salvo que se haga porque lo exijan los humores. Y ya que el cuerpo entero se sostiene por los muslos no se extraerán por allí los humores.
Quienes acaban de extraer mediante escarificación humores y sangre no es preciso que se guarden de la claridad del sol o del fuego o de los alimentos con tanta cautela como si les hubieran hecho incisión en la vena. Por el contrario que se repongan con los alimentos que anteriormente solían, ya que mediante la escarificación aquellos conductos o venas que llevan en su interior la vida del hombre y que unen la articulación de los miembros, no han sido cortadas; y es que cuando se corta uno solo de los conductos, todas las demás se resienten con ella de aquella incisión.
Si se ha de cortar una vena para una sangría a un caballo, una vaca o un asno, si tal animal es fuerte y corpulento, entonces se le extraerá tanta cuanta pueda caber en un vaso.

(1) Es decir, la nuca.
(2) La muñeca.

(267) Sangría de animales. Si el caballo, la vaca o el asno fuera débil y flaco, se le extraerá la sangre que quepa en medio vaso, es decir, según su constitución gruesa o delgada. Después de la sangría se le dará de comer hierba tierna y heno seco y rico . Y entonces que descanse durante una o dos semanas, o cuatro días después de la sangría hasta que recobre sus fuerzas, pues siempre está trajinando. Pasados tres meses, al cuarto mes se le extraerá por segunda vez al mismo animal la sangre y no antes, salvo por una enfermedad muy urgente, porque los humores malos en animales de tal clase no abundan tanto como en el hombre.
En cambio a la oveja se le extraerá sangre en vena a menudo, aunque sólo un poco, porque enferma fácilmente con una simple corriente.< A las ovejas ha de cortársele la vena en un ambiente húmedo y bien templado, porque es cuando los humores malos crecen en ellas, mientras que en ambiente seco se ha de evitar el corte porque entonces le disminuyen los humores.

(268) Cauterio. La quema de un tejido, es decir el cauterio, es buena y útil en cualquier momento. Y si se hace con buen criterio hace disminuir los humores y livores intercutáneos y trae salud al cuerpo. Y es oportuna tanto para los jóvenes como para los viejos, a saber: a los jóvenes, porque lo mismo que su carne y su sangre aumentan debido a su juventud, también les crecen los humores nocivos; mientras que en los ancianos, al disminuirles la carne y la sangre con la vejez los livores permanecen entre su piel y su carne. Pero es bastante más saludable para los ancianos que para los jóvenes, porque la podre discurre en mayor cantidad entre la piel y la carne, al ir degenerando su carne y su sangre y arrugándose su piel.
El cauterio no es tan saludable a los jóvenes como a los ancianos ya que a esa edad en que acrecientan su carne, les hierve la sangre y su piel es delgada y tersa, con la quemadura del cauterio a menudo escapa también con los humores nocivos la sangre que confiere salud y fortaleza. De hacerlo, a los jóvenes les es más sano en invierno que en verano, porque éstos están en verano en plena efervescencia como el verano, en el verano <debe cuidarse de> no sacarles con la cauterización sangre junto con el livor. Por esto deben cauterizarse en invierno, pues ellos son calientes y el invierno húmedo y frío, y con mayor facilidad retendrán en su interior la sangre y harán salir los humores.
En cambio a los ancianos les conviene el cauterio sobre todo en verano, ya que aunque ellos se van enfriando, el verano es cálido y así los humores revueltos por el calor del verano fluyen durante el cauterio, puesto que el calor que no tienen por sí para expulsar los livores lo adquieren gracias al verano. Pero quienes realizan el cauterio tan sólo han de atravesar la piel, no sea que si se perfora la carne hasta demasiada profundidad salga de paso la salud con la sangre, en vez de la podre y los humores perjudiciales.
Quienes están en la flor de la edad y son físicamente gruesos, que realicen un solo cauterio al año y a continuación prescindan de ello durante medio año. Si quisieran una segunda vez, lo aplicarán en alguna otra parte del cuerpo. Pero los que son flacos, que apliquen un cauterio cada medio año, y una vez recibido, dejen pasar medio año y cautericen por segunda vez si quisieran, pero eso sí, en otra parte de su cuerpo, ya que si se cauteriza en la misma parte del cuerpo muchas veces y durante mucho tiempo, la carne acumula mucha infección en ese punto, se provoca debilidad y se entumece. Si a alguien se le repite el cauterio durante mucho tiempo y sin criterio, entonces sale también la salud y la sangre con los humores nocivos y los livores ya escasos. En los adolescentes un cauterio basta para diez semanas.
Cuando se está haciendo, se ha de extender sobre el cauterio yesca, la médula de los hongos llamados fusarios o un paño de estopa de lino, pero nunca hierro, que atrae desordenadamente muchos livores, ni azufre que pudre la carne y la vuelve fétida, ni tampoco incienso, pues su calor es muy intenso y hace que se seque la piel. En efecto la yesca, la médula de fusario y el paño de lino tienen un fuego más suave que otros elementos inflamables y sólo rasgan la piel sin perforar la carne, con lo que la piel que recibe la herida sólo deja salir humores y no la salud del hombre, pues si el fuego perfora la carne además de la piel, la salud del hombre sale con la podre. Y si alguien quisiera tenerlo más tiempo y atarle un paño alrededor, ponga entonces médula de avellano y por encima estopa de lino para cubrirla. Y si la quiere tener sin atar y por poco tiempo, ponga encima entonces estopa de lino o pelos de liebre.
Si es necesario, el hombre puede hacerse cauterios desde los doce años de edad hasta los sesenta, y después ya no, ya que desde entonces le perjudican más bien que darle salud, salvo que por una enfermedad urgente se vea obligado a hacerla.
A quien le duelan los ojos y los oídos o en toda la cabeza, quémese con moderación tras la orejas sin usar ahí ninguna venda; y a quien le duela la espalda, quémese un poco entre los omóplatos o en los brazos, donde pueda poner venda.
Y a quien le duelan las ingles, queme en la rabadilla1. Y si tiene muchos humores por todo el cuerpo, cauterice entre la tibia y la pantorrilla debajo del muslo y ponga allí una venda.
E igual que quien extrae sangre de la vena debe cesar un tiempo, lo mismo debe hacer el que cauteriza. Ese día, después que haya cesado algún rato, se cauterizará otra vez. Así que quien cauteriza, tome un paño de cáñamo y báñelo tres o cuatro veces en cera, y póngale por encima corteza de aliaga para que sujete con más fuerza la cera sobre el cauterio. Aplíquelo a la zona cauterizada de modo que por todas partes el paño exceda la corteza y así el paño retiene el hedor del cauterio para que no salga. Pues cuanta más hedor se concentre, (con cuidado de que no se extienda mucho) tanto más livor extrae del interior, y no sangre. Pero si la infección del cauterio se extendiera y no quedara retenida, entonces saldrá de la herida mucha sangre, y tanto más livor queda en el interior.
No usar sobre el cauterio corteza de ciprés porque la savia de ciprés es perjudicial para la carne. Y también, cuando el pañito que se ha puesto sobre la quemadura está ya impregnado de livor de modo que por su culpa se ha calentado, en ese momento se quitará el pañito de la herida y se aplicará otro, pues si quedara extendido más tiempo sobre la herida, se secarían los líquidos que han sido atraídos allí. Si se ha quitado el pañito antes de que se haya calentado con el livor, le hará una herida, pues el livor que se ha concentrado en ese punto vuelve a meterse en la carne.

(1) et qui in iliis dolet, in fine ossis illius et dorsi uratur.

(269) Esputos Igual que la tierra siempre está húmeda y exuda mucha materia fétida e inútil, así el hombre, que es también húmedo en su carne, expulsa todo lo infecto y podrido que tiene dentro mediante esputos; porque está hecho de limo de la tierra. Y si la tierra no fuera húmeda, no sería fértil en frutos sino yerma, de igual modo que si el hombre no tuviera humedad sería rígido e infecundo para cualquier trabajo.

(270) Fuego del alma. El alma humana es ígnea y atrae a sí los cuatro elementos. Además, gracias a ella el hombre vive con capacidad para ver, oír y acciones de este tipo. También el alma es cierta fuerza en el hombre, como el fuego en el agua, porque el hombre no podría vivir sin alma como tampoco el agua podría fluir sin fuego, si no lo sintiera en su interior.

(271) Saliva. El alma del hombre recibe una fuerza del agua, que es la saliva, cuando el agua prepara y destila la capacidad racional para hablar, igual que las cuerdas de un instrumento se valen de cera o resinas para conseguir un sonido hermoso. La saliva, pues, sería nítida y pura si no fuera porque el alma es ígnea, y así la saliva es como espuma del fuego del alma, del mismo modo que el agua desprende espuma por el fuego y del sol, es decir, por su calor. Y que el alma sea ígnea implica que sea acuosa, porque las ventanas del alma son los ojos, que tienen en sí agua y fuego.
Pero toda humedad que hay en el hombre es de naturaleza acuosa y tiende al camino de la racionalidad, para que pueda sonar la razón del hombre. Pues el alma convierte agua del cerebro y las vísceras en saliva para que el hombre pueda hablar, porque no podría sonar ni hacer palabras si estuviera seco y no tuviera humores dentro; por eso la saliva es como un buen ungüento que aboca la salud lo mismo que un ungüento y así, la saliva contiene y produce vista, oído, olfato, habla y todo lo útil para la salud.

(272) Frialdad de estómago.El que tiene el estómago frío expulsa mucha agua por la saliva, porque no está caliente, y así se debilita. Quien tiene el estómago cálido expulsa poca agua en la saliva porque por dentro está un poco seco, y por eso también incurre con facilidad en mucha fiebre.

(273) Carne. Toda carne está llena de verdor y por ello tiene livor. Se puede comprobar en las carnes de ganado que, una vez despiezadas al colgarlas caen gotas de livor. El hombre que sea de carnes delgadas y finas fácilmente lo expulsará sudando mejor que el que está pesado y con carnes grasas, porque el que es de constitución delgada y fina es como un queso perforado por innumerables agujeros que no está sólidamente compacto, y el aire y otros elementos lo atraviesan con facilidad. Por lo cual también alberga numerosos humores y excreta mucho, porque tiene carnes delgadas.
También el ardor y el regusto de la comida y de lo bebido le suben y ascienden como veneno desde el estómago al hígado, el corazón y los pulmones, y lo ahuman. El ardor del hígado y del corazón y pulmones no sufre este livor sino que lo expele de allí al pecho y luego la garganta, como cuando la comida desprende espuma cuando se cuece al fuego.

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