(32) Diversidad de frutos. Hay unas tierras cálidas, otras frías y otras templadas, y según su temperatura así son los hombres, los animales y los frutos de la tierra, y aunque todos tengan el mismo origen, en unos sitio tienen más fuerza que en otros, según la fuerza del sol.

(33) Firmeza del firmamento. El firmamento está también delimitado por las estrellas, para que <no> se expanda, como el hombre está sustentado por sus venas para que no se disloque ni desmiembre. Y del mismo modo que las venas recorren todo el cuerpo del hombre de pies a cabeza, así también las estrellas recorren el firmamento. Y lo mismo que la sangre se mueve en las venas y hace que las venas se muevan, suban y palpiten, así también el fuego resplandece en las estrellas y hace que se muevan y emitan determinadas centellas, saltos y lanzamientos.
Y así son las estrellas comunes, que hacen entre sí como revueltas, según sean las obras de los hombres. Pero los planetas no se mueven así siempre de distinta manera, sino según lo que reciben del sol y la luna, y para que designen los signos mayores. Desde el lugar en que está colocada una estrella, recorre hacia arriba todo el firmamento de la misma manera que una vena que sube desde el pie hasta la cabeza del hombre. Las estrellas aportan calor y esplendor a todo el firmamento, como las venas que atraviesan el hígado del hombre y le proporcionan sangre y calor, y así están puestas por todo el firmamento, tanto <en> el que vemos de día como <en> el que distinguimos de noche. Las estrellas quedan tapadas por el mayor brillo del sol, que trae el día, de modo que no pueden verse de día ya que el resplandor del sol es mayor que el suyo, igual que cuando se nombran príncipes, enmudecen los plebeyos, pero cuando los príncipes retroceden, los plebeyos avanzan; en otro caso las estrellas se verían tanto de día como de noche.

(34) Significado de las estrellas. Muchas veces las estrellas muestran numerosos signos según los hombres se comportan en sus obras. Pero estos signos no muestran el futuro ni los pensamientos de los hombres, sino solamente lo que el hombre hace con voluntad ostensible, de voz o de obra, porque el aire recibe estas sensaciones. Y éste se lo trasmite a las estrellas, que al punto muestran las obras de los hombres. Dios creó las estrellas al servicio de los hombres, para que les dieran luz y les sirvieran de ayuda. Y por eso dan cuenta de sus acciones, como el esclavo que hace patente la voluntad y la obra de su amo. Y lo mismo que el alma en el cuerpo del hombre primero luce y después se lanza al trabajo, así también las estrellas refulgen en el firmamento y muestran las obras de los hombres, cuando el hombre ya está en proceso de ejecutarlas.

(35) Signos de los planetas. Pero el sol, la luna y el resto de los planetas no siempre muestran las acciones de los hombres, sino rara vez. Y cuando muestran algo, se trata de un asunto de gran envergadura y de la cosa pública. Pero el planeta mayor, al que llaman "el Ojo", y el que está más cercano por encima de la luna, al que llaman “el Pobre” están colocados en lo profundo del firmamento como dos clavos y no son visibles a los hombres salvo a veces, cuando las nubes son débiles, que aparece en las nubes un fulgor procedente de aquellos, cuando presagian que algo va a suceder. A veces se muestran algunos signos en el sol. Esto ocurre porque estos dos planetas se acercan al sol y producen esos signos en él cuando algún hecho milagroso va a producirse. Pero estos planetas no aparecerán del todo ni se podrán ver por completo sino ante el día del juicio. Entonces derramarán su mayor esplendor desde lo más alto hasta la tierra, y través de ellos los hombres sabios entenderán que se acerca el día del juicio.
El planeta al que llaman “la Pupila”, que está detrás del mayor, mostró y produjo el Diluvio. Este planeta no se ve como una estrella sino que dispara una especie de flechas. A veces tiene un brillo pálido como queriendo mostrar algo. El planeta que está detrás del segundo <y> al que llaman “el Rico”, mostró que Cristo lucharía contra el diablo, pero ahora no se le ve como una estrella sino como un brillo en el cielo y da cuenta de milagros futuros. Cuando el sol muestra muerte o un cambio de color fuera de lo normal, presagia que algo importante va a ocurrir en el mundo.

(36) Aurora. Que el sol tenga color rojizo cuando surge por la mañana se debe al frío y la humedad del aire, ya que la humedad y el frío que hay entonces infieren rojez en los ojos de los hombres. Del mismo modo, por la tarde cuando enrojece al atardecer, se debe al frío del aire, ya que el sol desciende hacia el océano. El lucero de la tarde, al que llaman “el Compañero”, es una especie de amigo íntimo y secreto del sol. Templa el cereal y el vino, unas veces más y otras menos. Después surge el planeta llamado “el Pobre” y muestra sus señales, como se dijo antes y produce escasez incluso en la abundancia de la siembra de la tierra.

(37) Significado de la luna. Cuando se producen algunos signos en la luna también los hacen esos dos planetas colocados como clavos en la profundidad del firmamento, que cuando se acercan al sol muestran portentos y agitan la luna incendiándola o cubriéndola. La luna recibe en sí el hedor de las brisas inútiles y el calor del aire puro, la estabilidad de la brisa útil, los peligros de las tempestades, el aire fuerte que trae todo el verdor, el aire que hace brotar los frutos, y el aire que seca y trae la escasez, que es el invierno. Y todo lo reúne en sí, como el hombre que llena de vino un odre para guardarlo y beberlo después. Todo esto lo guarda la luna en sí cuando crece y lo desecha cuando decrece.
Por eso algunos días son buenos y otros malos, unos útiles y otros inútiles, unos fuertes y otros débiles, unos feos, otros fértiles, otros secos y otros acaban con escasez de frutos. Y como la luna tiene estos cambios, así también la humedad del hombre tiene turnos y cambios en el dolor, en el trabajo, en la sabiduría y en la prosperidad.
Las humedades del hombre no deben determinarse según el sol, pues el sol las templa ya que permanece estable en un solo estado, sin crecer ni decrecer. Tampoco han de evaluarse según las estrellas, ya que no obran por sí mismas sino por la luna; ni tampoco según las estaciones del año, ya que estas se atemperan por la luna; ni según la brisa del aire, ni de la lluvia o la sequedad del invierno o el verano, ya que estas cosas ocurren por la luna. En efecto, todo se regula según la luna, que es la madre de toda división temporal y lo mismo que los hijos se cuentan a partir de la madre, así la división del tiempo se computa a partir de la luna.
El aire y las estrellas a veces también reciben las obras de los hombres, y según ellas se expanden, se contraen y producen brisa según el juicio divino. Y cuando se levanta a ésto, entonces la luna se mueve. Y los días de la luna serán puros y claros o tempestuosos según las obras de los hombres. Así, la luna se ve oprimida por multitud de peligros y tempestades, lo mismo que una madre padece grandes peligros y penalidades en el parto de sus hijos. Por eso la luna tiene épocas sanas e insanas, maduras e inmaduras. Pues si el hombre hiciera como estaba dispuesto, entonces también todas las estaciones y las brisas serían iguales, es decir, en primavera como la pasada primavera, y en verano como el verano anterior, y así lo demás.
Pero cuando el hombre se salta el temor y el amor a Dios con su desobediencia, todos los elementos y estaciones se saltan sus propias normas; lo mismo que los órganos del hombre, que cuando el hombre se excede, las vísceras le siguen; y cuando las malas acciones del hombre transgreden la justicia, el sol y la luna se agravan y obnubilan y por ese comportamiento producen tempestades, lluvias y sequías.
Pues el estómago y la vejiga del hombre reciben todos los nutrientes que el cuerpo necesita. Cuando estos dos órganos reciben comida y bebida en exceso, producen en todo el cuerpo tempestades de malos humores, y así también los elementos actúan en la medida que lo hace el hombre. El hombre planta su semilla en un clima templado de frío y calor, y ésta se convierte en fruto, y ¿quién sería tan necio para plantar su semilla en el excesivo calor del verano o en el frío del invierno?, pues sin duda la semilla perecería y no brotaría.

(38) Tiempo de procrear. Así, a los hombres les ocurre que no tienen en cuenta el tiempo oportuno de su edad ni el tiempo de la luna; quieren procrear siempre según su voluntad y por eso los que nacen padecen muchos dolores corporales. Sin embargo, por muy defectuoso que sea su cuerpo, Dios recoge para sí sus tesoros. Por eso el hombre debe inspeccionar la época de madurez de su cuerpo y buscar las fases correctas de la luna con el mismo afán con el que ofrece sus oraciones puras, de suerte que procree su prole en el momento en que sus hijos no perezcan por sus defectos, y no le pase como a aquel hombre que es voraz se excede en la comida y no busca el momento correcto para comer: sino que debe ser como el que asigna momentos adecuados a la comida sin caer en la voracidad. Así debe ser el hombre y debe buscar el momento justo para la procreación.
Que el hombre no se acerque a la mujer mientras ésta es una niña, sino cuando sea una jovencita, porque entonces está madura; y que antes que le salga la barba no toque mujer, ya que cuando el hombre tiene barba es cuando está maduro para producir su prole. Pues el hombre que es voraz y libertino se convierte a menudo en leproso y retorcido. En cambio, el que es continente en comida y bebida, tendrá buena sangre y cuerpo sano. Así también, quien satisface siempre sus deseos en la libido y lo superfluo de su cuerpo, cuando llega el momento de la procreación pierde su semen porque ya lo ha gastado, pero quien derrama correctamente su semen, da lugar a una fértil descendencia.

(39) Elementos. Los elementos beben cada una de las cualidades del hombre cuando el hombre los atrae hacia sí, ya que el hombre está con ellos y ellos con el hombre, y según esto inunda la sangre del hombre. Por lo que también se ha escrito “El cielo y la tierra lloran por el hombre”1, puesto que las guerras sin tregua a menudo alteran los elementos por las acciones de los hombres, como un hombre que tuviese una red en la mano y la moviese: así el hombre sacude los elementos, porque los elementos emiten sus brisas según las acciones de los hombres.

(1) Cf. Jer. 4 :28: lugebit terra et maerebunt caeli.

(40) Efecto de la luna. Las fases de la luna no dominan la naturaleza del hombre, como si la luna fuese su Dios o como si el hombre recibiese de ella algún poder sobre la naturaleza, o como si la luna aportara, arrebatara o constituyese algo en la naturaleza del hombre. Pero la luna está presente en el gusto aéreo de cada una de las acciones de su vida, y así, la sangre y los humores que están en el hombre se mueven después del movimiento de la luna.
Es decir, que según la luna mueva el aire para producir buen tiempo o tempestad, y según la sangre y los humores inunden al hombre, la humedad del hombre se adapta en su comportamiento a esta naturaleza.
Cuando las venas se hinchan de ira, violencia, desatino, descaro, o por banquetes, tristeza, enfermedad del cuerpo o cambio de suerte en la vorágine de las costumbres humanas, así también la humedad del hombre toma ese sabor en su naturaleza, como cada alimento cocinado retiene su sabor según el tipo de alimento. No obstante, como se ha dicho, el Espíritu Santo penetra toda la naturaleza del hombre, ya sea en los profetas, en los sabios, en los buenos y en los rectos. Y atrayéndolos en toda buena elección hacia sí, como el sol con las tempestades, los traspasa e ilustra, y el soplo de fuego del Espíritu Santo supera la naturaleza mudable del hombre, como está escrito1: “todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo” y así no peca; y así como los alimentos viles toman mejor gusto gracias a las especias, y pierden su mal sabor, así el fuego del Espíritu Santo hace mejor la vil naturaleza del hombre que mostraba su concepción. Y así le hace otro hombre en su naturaleza porque se ata a lo celeste y supera lo terrenal, por lo que todas las cosas gozan en Dios tras burlar a la antigua serpiente.
Por lo demás, como se dijo antes, el resto de estrellas menores muestran las diferentes obras de los hombres, comunes y menores. Cuando hay serenidad en las nubes, de suerte que no hay movimiento de vientos ni de tempestades ni de lluvias en el aire y las estrellas se muestran en su claridad, si alguna nube cubre todas las estrellas sin que haya movimiento de aire, de modo que no pueden verse y permanece toda la noche igual, incluso durante la segunda y la tercera noche, es muestra de algún portento. Y si esa nube solo tapa las estrellas en una parte donde no se pueden ver y si luego se aparta rápidamente, no presagia nada, aunque no haya ningún movimiento en el aire.

(1) Jn. 5:4

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