LXXXIII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS QUE PECARON DE PETULANCIA, RAZÓN DEL CASTIGO
Y vi un fuego grande y rojo, circundado por un aire tan denso que sus llamas no podían encontrar desahogo. En este fuego se encontraban muchísimos pequeños gusanos ardientes que hacían mucho ruido y estrépito con su movimiento.
Las almas de los que habían pecado de petulancia mientras habían estado vivos, se retorcían de tal modo en este fuego amargo que no podrían apenas respirar. En efecto, el fuego estaba rodeado por un aire tan denso que no dejaba pasar ni un soplo. Los costados y los pies de estas almas estaban siendo atormentados por los gusanos. Se abrasaban en este fuego rojo porque se habían afanado en cultivar la petulancia mientras habían estado vivos, padecían esta asfixia en él porque imitaron descaradamente los modos mudables de regiones diferentes. Y como sus costados y sus pies se habían enroscado tan a menudo en el descaro de sus movimientos por aquí y por allá, ahora fueron atacados fuertemente por los gusanos mencionados.
Y vi y entendí estas cosas.
LXXXIV. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES, HACIENDO PENITENCIA, PUEDAN BORRAR EN SU CUERPO LOS PECADOS DE PETULANCIA
Y de la viva luz que he mencionado antes oí una voz que me dijo: “Estas cosas son verdaderas. Aquellos que en vida han pecado de petulancia serán purificados con estos castigos. Pero si los que están enredados por este vicio se preocupan de evitar la sugerencia de los espíritus malignos y desean huir de estos tormentos, practiquen la abstinencia de las comidas y de las bebidas, y elijan el castigo de los latigazos según la calidad de sus pecados y según la disposición de su juez”.
LXXXV. LA PETULANCIA, QUE NO TIENE ESTABILIDAD, ES VANIDAD DE VANIDADES.
La petulancia no tiene estabilidad, ya que concentra todo su pensamiento en lo que desea hacer. No reconoce a Dios como sumo gozo, sino que solo se deleita de aquello que le gusta. Por lo tanto, es vanidad de vanidades. Tampoco mantiene ninguna preocupación, porque cuando una vanidad ha pasado, la sigue otra rápidamente. En cambio, lo que es sagrado permanecerá para siempre.
Cuando una persona atiende única y libremente los deseos de su carne, se dice que es vanidad. Porque cuando está en la infancia, le gustan los juegos, después en su juventud abraza la lascivia, después, más tarde, distingue y reconoce más perfectamente lo que es el bien y el mal. Entonces se aburrirá con las cosas de su niñez y juventud, como si nunca hubiera vivido aquellas edades. Y cuando llegue a la vejez, en ella se secará, y recordará suspirando y llorando sus años pasados, que sin embargo no podrá recobrar. Todas estas cosas del hombre y en el hombre son vanidad. Los bosques reverdecen y se secan, las flores florecen y se marchitan, la hierba crece y se corta. ¿Qué queda? Lo que el hombre ahora ve, en un instante no lo verá, lo que ahora tiene, en un instante no lo tendrá, y con lo ahora ríe, en un instante llorará. Por eso todas las cosas son vanas, porque son caducas, esto es, mueren y desaparecen. En efecto, mueren, y no siguen viviendo en este mundo. También pasan de un estado noble a uno innoble, y de la riqueza a la pobreza.
LXXXVI. LOS HOMBRES QUE FUERON LLAMADOS “DIVINOS” HAN MUERTO, EN CAMBIO LA FORTALEZA DE LA SANTIDAD NO DISMINUIRÁ.
Pasaron los reyes y los líderes que antes eran honrados y nombrábamos con respeto. Los que siendo de rango inferior y careciendo de riquezas casi suben al olimpo desde aquella miseria e indigencia, también cayeron. Pero la fuerza de la santidad, de la que todos los bienes proceden y que todos los bienes trae consigo, no caerá, sino permanecerá para siempre en la vida eterna.
Estas cosas se han dicho para la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son fidedignas. Quien tiene fe presta atención a estas cosas y las recuerda para realizar el bien.
LA DIVERSIÓN VANA
En la muchedumbre que mencioné antes vi otros espíritus que proclamaban que Lucifer era digno del agasajo y del honor de las virtudes. Y fingieron conocer la canción indescriptible de los espíritus benditos que están delante del trono de Dios y persuaden a los hombres a dedicarse, en dichos y hechos a la vanidad de la desenfrenada diversión.
LXXXVII. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS QUE PECARON DE VANA Y DESENFRENADA DIVERSIÓN, RAZÓN DEL CASTIGO.
Y vi una niebla negra en la que había un enorme fuego que producía un humo como aquél en el cual en el cual todo se aquilata. En este fuego, en el humo y en la niebla fueron castigadas aquellas almas que en vida se entregaron al pecado de la vana y desenfrenada diversión. Tuvieron que soportar el fuego por haber gozado de este vicio, el humo por haberlo deseado y la niebla por la inconstancia de sus costumbres, que variaron demasiado a menudo por este vicio.
Y yo vi y entendí estas cosas por el Espíritu vivo
LXXXVIII. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES HACIENDO PENITENCIA PUEDAN CASTIGAR EN ELLOS MISMOS EL PECADO DE LA DIVERSIÓN VANA
Otra vez oí la voz de la luz viva, que mencioné antes, decirme: “Estas cosas que ves son verdaderas, y son tal como las ves. Pero si los que persisten en este vicio en vida quieren rechazar la sugerencia del diablo y evitar los castigos, aflijan su carne con ayunos en proporción a la calidad y el alcance de sus pecado, y en estas mortificaciones también eviten bebidas costosas, según el justo juicio de sus jueces”.
LXXXIX. QUIEN VA DESCARADAMENTE EN BUSCA DE LA DIVERSIÓN VANA, ENCAMINA EL ALMA A LA VANIDAD Y A LA MENTIRA.
La diversión, con sus costumbres vanas y desenfrenadas, hace el juego a los hombres según su deseo y su elección. Los espíritus malignos quieren burlarse de la armonía celeste pero no prevalecerán.
Por lo tanto, a través de la vana y desenfrenada diversión atacan y engañan a los hombres con las bromas más variadas, ya que, en verdad, no pueden divertirlos. La sinfonía de alabanza adecuada a Dios no puede tener fin, nunca puede faltar, porque es la plenitud de verdad. El afán de diversión pregunta a su propia alma para ver a donde puede elevarse y lo que puede hacer. Y cuando se mira en el espejo del conocimiento, se convierte en vanidad y mentira. No importa donde la encamine el sonido que hace mientras está en la tierra, mientras que le guste. Y a cualquier sitio que vaya, lleva el sonido de los elementos que le agradan.
XC. CUALQUIER COSA QUE SE INVESTIGA SIN DIOS, ESTÁ DESTINADA A LA DESTRUCCIÓN.
Los hijos de los hombres son vanos, porque insistentemente aspiran a cosas sorprendentes investigando y actuando según sus posibilidades. Abandonan la verdad que Dios les revela, y colocan como falsos dioses a un profeta falso, engañoso como una montaña. Y en todas partes preguntan a quién predice por signos. Y cuando lo han hecho, consideran verdad su falsa ciencia y se engañan a sí mismos y a los demás. Porque cualquier cosa que se investigue sin Dios y se encuentre sin Dios está destinada a la destrucción. Cuando buscan y encuentran diversiones y danzas en su carne y sangre, se ganarán el escarnio. Y en este escarnio se apagarán como pavesas de ceniza casi a reducidos a la nada. Estas cosas se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para actuar el bien.
LA DUREZA DE CORAZÓN
Después de esto, en la muchedumbre que mencioné antes vi otros espíritus malignos que proclamaban a grandes voces: “¿Acaso no es lícito que alguien se compare con Dios?” Estos, que son los espíritus de la dureza de corazón, persuaden a los hombres a elegirle como señor y a no ser misericordiosos con nadie, ya que, tratan de cumplir entre los hombres lo que no han podido realizar en el cielo.
XCI. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE DUREZA DE CORAZÓN, RAZÓN DEL CASTIGO.
Y aquí vi un pozo seco, profundo y amplio. Su fondo era de pez hirviente, y en él apareció un amplio agujero por el cual subían a lo largo del pozo humo ígneo y gusanos ardientes por una parte aún más profunda del pozo.
Y en él fueron echados aquí y allá, como por el viento, muchos clavos aguzados. Las almas que en vida demostraron dureza de corazón y falta de misericordia con los hombres, se sentaron en el fondo y temieron caer por el agujero en el fuego de abajo y fueron atormentadas por humo, gusanos y clavos. En efecto, ya que estuvieron faltos de piedad respecto a los demás hombres, se sentaron sobre el fondo de pez hirviente, temieron el fuego de abajo a causa de esta su falta de piedad y el humo de fuego les atormentó, ya que en su maldad rehuyeron a Dios. Los gusanos les torturaron e infligieron a los hombres dolores inhumanos. Y tuvieron que soportar las heridas y las picaduras de los clavos ardientes por no haber tenido misericordia en su corazón.
Y vi y entendí estas cosas.
XCII. DE QUÉ MANERA LOS QUE PECAN DE DUREZA DE CORAZÓN PUEDEN JUZGAR EN ELLOS MISMOS ESTE PECADO.
Y de nuevo oí una voz de la luz viviente que me dijo: “Estas cosas que ves son verdaderas. Los hombres que en vida han demostrado dureza de corazón tal que no concedieron misericordia alguna a los demás, si quieren resistir a los espíritus malvados que les enseñan esta dureza y huir de los castigos que ves, deberían castigarse con crueles ayunos y latigazos. Y, hacer esto según el alcance de sus pecados y en proporción al juicio realizado contra ellos”.
XCIII. LA DUREZA DE CORAZÓN, NO TIENE MISERICORDIA, NI CARIDAD, NI BUENAS OBRAS, NI QUIERE DEJARSE ABLANDAR POR LA RAZÓN.
Pésima es la Dureza de Corazón, porque no tiene misericordia, ni muestra caridad, ni cumple buenas obras. Duros de corazón eran algunos tiranos que, aunque vieran las maravillas de Dios sin embargo no renunciaron a la obstinación de la voluntad propia. Pusieron su propia mente y corazón antes que la voluntad de Dios y lucharon contra Él. Pero lo mismo que Dios destruyó la obstinación de la voluntad en el pecado del primer ángel y la necedad del primer hombre, y lo mismo que Dios aterrorizó al Faraón cuando golpeó a los primogénitos de Egipto, así también confunde ahora la dureza de ánimo que se transforma en dureza de piedra que no quiere dejarse enternecer ni por los mandamientos de la ley ni por la razón del hombre. Por eso incluso Dios la sustrae la posibilidad de socorro y la arrolla en la confusión, como arrolló al Faraón. Estas cosas se han dicho para la purificación y la salvación de las almas penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para actuar el bien.
LA PEREZA
Y aquí vi otros espíritus en la muchedumbre que mencioné antes, que afirmaban a grandes voces que Lucifer era su señor. Estos espíritus inducen los hombres a la pereza y los exhortan a no temer a Dios ni preocuparse por los hombres.
XCIV. PENAS DE PURIFICACIÓN DE LAS ALMAS DE LOS QUE PECARON DE PEREZA, RAZÓN DEL CASTIGO.
Entonces vi una nube negra llena de vientos impetuosos, alboroto de fragorosas tempestades y huracanes de lluvias, sobre los que los espíritus malignos hicieron estallar fuego como gotas de lluvia. Las almas que quisieron la pereza mientras estaban vivos y las que no sirvieron a Dios con celo, fueron arrolladas por estas tormentas y quemadas por el fuego que los espíritus malignos hicieron estallar sobre las tempestades. Tuvieron que soportar las tempestades ya que en vida no se amedrentaron por el temor de Dios, y tuvieron que padecer los fuegos ya que en su pereza descuidaron la advertencia de la justicia.
Y vi y entendí estas cosas.
XCV. DE QUÉ MANERA LOS HOMBRES HACIENDO PENITENCIA PUEDAN CASTIGAR EN ELLOS MISMOS EL PECADO DE PEREZA
Pero los hombres que quieren la pereza y no sirven a Dios ni con celo ni con fidelidad, si no quieren ser escarnecidos por estos espíritus y quieren salvarse de estos sufrimientos, castíguense con el cilicio y con golpes de látigo según la proporción de la misma falta, incluso, macérense con ayunos, cuiden de los pobres, y cumplan eso tanto cuanto les indique su consejero espiritual.
XCVI. LA PEREZA NO RESPLANDECE EN EL TEMOR DE DIOS.
La Pereza no resplandece en el temor de Dios, ni arde en el fuego de la consideración que honra a Dios. Es oscura, porque la conciencia viva que vive como un aliento de vida en el alma, se oscurece con este pecado, porque la pereza no quiere buscar la recompensa de la gracia debida a sus buenas obras ni deplora su falta. Y en su gran infelicidad descuida la fe que debería ser su fuerza y sostén, como la espalda. En efecto, la esperanza de la vida eterna reside en la fe. No hace repicar la trompeta sonora de las buenas obras y no anhela a Dios con la devoción que debería elevarse a Él.
Estas cosas se han dicho a propósito de la purificación y la salvación de las almas de los penitentes y son dignas de fe. Quien tiene fe las considera cuidadosamente y las recuerda para actuar el bien.