Testimonio del evangelio, en el cual el esposo dice a las vírgenes necias: “No os conozco”. A qué se refiere aquí y de qué manera debe ser interpretado.

XXVIII. “En verdad, en verdad os digo: No os conozco”. (Mt 25,12) Se interpreta así: Yo os digo con absoluta certeza que si, empujados por el gusto de la carne, obráis según vuestros deseos, seréis extinguidos completamente: “No os conozco”, porque conociéndome no habéis llegado hasta Mí cumpliendo las buenas obras de las virtudes que he puesto delante de vosotros en la ciencia del bien, ni habéis rogado para que os las conceda. Vosotros reprimís los suspiros de vuestra alma y la obligáis a cumplir la voluntad de la carne sin pedirme ninguna ayuda. ¿Quién puede contestar a alguien que no oye la voz ni las palabras? Nadie. Y no me dirigís ninguna invocación. ¿Y qué don será dado a quien no pregunta ni reclama, y rehúsa los regalos sin palabras? Realmente nadie. Y no me preguntáis nada. Yo no reconozco a los que no me invocan con los suspiros del alma, no me gritan con la mente y con el corazón, como si no se acordaran de Mí, como si Yo no les hubiera dado la ciencia, y sobre todo, a los que me provocan con obras perversas. A causa de la pereza que provoca en ellos la necedad no vigilan en espera de mi llegada y, por abrazar el camino de la carne, rechazan el discernimiento de las mentes virtuosas inflamadas por el Espíritu Santo. Por tanto serán alejados de mi vista.
Eligen una sola cosa y rechazan la otra, y se agarran con vigor a la tierra descuidando el cielo para seguir sus placeres. Sólo llaman con la voz, quieren entrar sin las obras, pero de este modo no se les puede abrir la puerta. Todas las virtudes pueden valorarse tomando en consideración tanto las cosas celestes como las terrenales, porque el hombre camina sobre la tierra y suspira por el cielo, y en estos dos ámbitos tiene que elegir qué desea, hacer la voluntad de Dios, u odiarlo, de modo que se acerque al cielo con el bien o se aleje por el mal. Por esto se dice que Dios desconoce el principio de aquellos hombres de quienes no aprueba el final. Como al final del mundo, que es mucho más útil que su mismo principio, se manifestó la salvación en mi Hijo, porque en el principio vino la perdición, y en cambio en el fin, la salvación, así también un buen fin es mucho mejor que un buen principio. En tal modo el discernimiento es la segunda luz de las buenas obras, como el segundo día.

 

Por qué también, en un sentido moral, la obra del segundo día, aunque sea buena, no es alabada por su bondad.

XXIX. Aquí no se dice: “Y Dios vio que era bueno”, (Gén 1,7), porque la función del discernimiento respecto a las otras virtudes no consiste en el obrar, como ellas hacen, sino en la entrega a su servicio, como el firmamento es el sostén de las cosas mismas que lo ponen en movimiento y encierra a las criaturas que cumplen las obras, como si estuviera a su servicio. Las otras criaturas, sin embargo, están al servicio del hombre, y por tanto son llamadas obradoras, porque cumplen a su servicio todas las obras del día y la noche. Y como el firmamento es el sostén de cada una de las cosas que han sido puestas en él, cada una en su sitio, así el discernimiento no es una virtud obradora, porque no obra como las otras virtudes, que son llamadas obradoras por su obrar, sino que es solamente el sostén de las demás virtudes.

 

Como se tienen que interpretar las palabras: “Que se reúnan las aguas”, hasta dónde dice: “Y fue la tarde y fue la mañana, tercer día”.

XXX. Luego Dios dijo: “Que las aguas que están bajo el cielo se reúnan en un único lugar y aparezca lo seco. Y así ocurrió”. (Gén 1,9). Se interpreta así: Por obra de la Palabra siempre viva, las aguas que quedaron bajo el firmamento confluyeron en un único lugar, para que la tierra apareciera y no quedara sumergida e informe, y esto fue hecho antes que fuera iluminado el firmamento, así que cuando fue alumbrado por la luz de las estrellas pudo resplandecer sobre la superficie de las aguas que se encontraban sobre la tierra, separadas de las otras aguas.
Y Dios llamó a lo seco, tierra, que es la madre de todas las cosas que brotan sobre la tierra, porque también el primer hombre fue hecho por ella, y llamó mares a la masa de las aguas, de la que fluyen las aguas como si fueran engendradas por ellos.
“Y Dios vio que era cosa buena, y dijo: Que la tierra produzca la vegetación: hierba que dé semillas y árboles frutales de toda clase, que den fruto y semilla a la tierra” Y así fue. (Gén 1,10-11). Dios vio que todas las cosas que hizo estaban ordenadas para desarrollar su función, y por obra de su Palabra viviente ordenó que la madre tierra reverdeciera, que brotasen hierbas floridas que produjeran semillas para multiplicarse y renacer, ya que cada fruto lleva en sí la semilla para que no se pierda su especie. Y mandó brotar árboles frutales que dieran frutos comestibles, y también ellos en su especie tienen la semilla, a través de la cual un nuevo árbol pueda brotar después de que la semilla haya caído a la tierra. Y así se cumplió, como cuando un criado cumple con buen ánimo las reglas del dueño, cuando el cabeza de familia le llama y le confía sus asuntos indicándole que ha de hacer con cada uno de ellos. Así la tierra se movió con alegría para cumplir en todos los detalles las órdenes de su señor.
“Y la tierra produjo vegetación, hierbas que producen semillas, cada una según su especie, y árboles que producen fruto con semilla, cada uno según su especie” (Gén 1,12), ya que como Dios mandó, la madre tierra produjo el verdecer de las hierbas que llevan en sí la propia semilla, y el verdecer de los árboles que llevan frutos correspondientes y renacen de la semilla, porque cuando sus semillas caen sobre la tierra, otros renacen de nuevo de la misma especie e iguales de forma. Y Dios vio que era cosa buena, porque todas las cosas necesarias a la criatura humana, que no había sido creada todavía, se desarrollaban de modo que nada faltase para las necesidades futuras de los hombres.
“Y fue la tarde y fue la mañana, tercer día”. (Gén 1,13). Es decir el fin y el principio en que se cumple la tercera obra, ya que Dios llevó a cabo las tres obras de que se ha hablado en el ámbito de su ciencia, aunque no estuvieron iluminadas todavía por la rotación de los astros. Y como el fuego quema en silencio hasta que no lo refuerza el soplo del viento, pero empieza a chisporrotear cuando el viento sopla, así la obra de Dios en su presciencia quedó escondida y silenciosa, pero cuando fue despertada por virtud de la Palabra viviente se hizo visible. Por tanto por mi inspiración ha sido escrito:

siguiente>>