Y todavía, las cinco partes en que la tierra está dividida, como sus cualidades originarias se mantienen mutuamente en equilibrio, y como están en relación con los cinco sentidos del hombre.
III. La parte que se dirige a oriente da a la parte central la buena savia y un vigor lleno de fecundidad. Igualmente, la vista del hombre, que cuando se vuelve hacia el origen de la luminosidad le asegura al hombre, que está entre los elementos, la salud del cuerpo y el alma.
La segunda parte, que mira a occidente, da a la misma parte mediana la humedad, que a veces es buena y a veces nociva, como el oído, que se vuelve a occidente cuando penetra y estremece el cuerpo entero del hombre, y le anuncia acontecimientos a veces favorables y a veces adversos, ora la salvación, ora la desesperación del alma.
La tercera parte que se vuelve hacia el Sur, envía dentro de la parte central el calor templado por el frío soplo de los vientos, como el olfato, que experimenta el calor como un vapor hace percibir al hombre el olor de las zonas calientes y frías, e infunde en él el perfume que viene de los suspiros del cielo.
En cambio la cuarta parte que mira al norte, envía a la parte mediana el frío que viene del Norte y el calor que viene del oriente. Como el gusto, que siente las cosas frías y las distingue de las calientes y cosquillea al hombre con los muchos sabores y con la dulzura de las cosas celestes.
La quinta parte que está en el medio de todas las demás, está reforzada y consolidada por ellas y recibe su complexión de sus diferentes influjos. Como el tacto, que está como entre todos los otros sentidos, se refuerza por ellos, ya que todos le otorgan sus energías y refuerzan su vitalidad, también enseña la ordenación de los dedos, porque hacen falta para cumplir las obras que deben llevar al premio eterno.
Observas igualmente que la superficie de la parte oriental y la de la parte occidental son de igual medida, y ambas tienen la forma de un arco tenso, porque el sol, naciendo y poniéndose, recorre con su curso distancias iguales sobre la tierra. Esto es símbolo de la vista que se parece al sol en lo que atañe a la ciencia del bien y el mal. En efecto, lo mismo que la vista con la ciencia del bien sube para arriba, hacia lo que es bueno, así también con la ciencia del mal baja hacia abajo, hacia lo que es malo. Con la ciencia del bien se aleja del mal, y con la del mal se desvía del bien.
También las superficies de las partes meridional y septentrional son de la misma medida, y coinciden con el largo y al ancho de las otras dos, excepto por el hecho que la parte más interior de ellas, delimitada por las extremidades arqueadas de los dos extremos, aparece como cortada. Si se exceptúan estos lados interiores truncados, sin embargo, también ellas tienen forma parecida a un arco tenso. La parte meridional de la tierra ocupa con su calor un espacio mucho grande que la parte septentrional ocupa con su frío, y en esto son parecidas al largo y al ancho del oriente y el occidente, excepto por el hecho de que los lados contiguos a la quinta parte están un poco estrechados por la extensión de la parte oriental y la occidental, mientras que por otra parte tienen la combadura del círculo. Así, cuando el olfato, por el perfume de las virtudes, se vuelve a la derecha y el gusto, por el sabor de los vicios, se vuelve a mano izquierda, en esta tensión provocan un empujón igual y contrario y se hacen parecidos a las cosas de que tienen origen, de modo que el uno desea ponerse bueno y el otro malo, pero ninguno de los dos puede alcanzar plenamente lo que intenta en el momento en que inicia su impulso, porque cuando el hombre comienza a realizar el bien o el mal, toma conciencia de lo que hace y se limita a si mismo y no se atreve nunca a envolverse en esa acción con todas sus fuerzas.
Cada una de los dos partes en que se divide la tierra, la austral y la septentrional, se muestran a quien que las contempla subdivididas a su vez en tres partes. Estas tres partes tienen que comprenderse en relación al cuerpo, al alma y a las acciones humanas.
IV. Estas dos últimas partes, la meridional y la septentrional, están divididas en tres sectores, que no son habitables para los hombres a causa o del calor o del frío, o están plagados de serpientes. Esto significa que cuando el olfato sube al perfume de las virtudes, mientras el gusto se humilla al sabor de los vicios, sus efectos sobre el cuerpo, sobre el alma y sobre las obras del hombre son diferentes. Significa también que el hombre que ignora qué es su cuerpo, qué es su alma, qué son sus obras y que no ha aprendido a reconocer cuál es su carácter equilibrado, es como la tierra que no puede habitarse.
Y los dos sectores centrales son iguales en forma y dimensiones, ya que la parte meridional y la septentrional, que son ambas de medida exactamente igual, hacen que estos sectores sean de medida exactamente proporcional a la suya. Esto indica que el alma, que está entre el cuerpo y a las obras, en el perfume de las virtudes y en el sabor de los vicios, tiene una única medida y un orden, cuando por temor de los males dirige sus suspiros a Dios.
En cambio los otros cuatro sectores que están a los lados, tienen forma diferente, pero equivalen entre sí en forma y disposición. Ya que se extienden hasta el final de las otras dos partes, hacia el sur y hacia el norte, aun cuando se contraen algo en sus límites interiores, hacia la quinta parte. Al contrario, en los límites exteriores se extienden bastante, y así tienen evidentemente una forma diferente de los sectores centrales, pero son parecidos entre ellos en la forma y en la disposición. Esto significa que el cuerpo del hombre y sus obras, que constituyen sus límites y lo hacen consciente de sus defectos, tienen un papel igual entre sí, pero diferente del papel del alma que le da al hombre la vida del cuerpo y la plenitud de los sentidos. Por tanto cuando el cuerpo se debilita, sus obras flaquean, pero cuando el alma sustenta el cuerpo, las acciones del cuerpo se elevan.
Y tienen largo y ancho iguales a los de medio. La única diferencia es que en el lado interior parecen más estrechos y en el lado hacia el exterior parecen más anchos de los otros dos. La consecuencia es que las dos partes orientales y occidentales, como se ha dicho, encorvándose lateralmente, les dejan un espacio más estrecho en el interior y más amplio en el exterior. Es así porque los sectores que se encuentran a los dos lados de los del centro tienen el largo de estos últimos pero su ancho del lado hacia la quinta parte es menor de la de los sectores centrales, mientras hacia el exterior son más anchos, y por el resto son iguales. Y así ambos lados, tanto el del sector a oriente como el de occidente, se encorvan como un arco siguiendo la forma de los límites interiores de aquellas cuatro partes parecidas entre ellas.
Todas estas cosas indican que el cuerpo del hombre y sus obras se orientan al mantenimiento del hombre exterior, mientras el alma, en cambio, le conforta. Muy a menudo el cuerpo y las obras de los hombres menguan cuando tiene tranquilidad de espíritu y se expanden más de lo que los suspiros del alma desea, cuando está inmerso en la duda. Porque el alma quiere moderación y equilibrio, mientras el cuerpo del hombre al obrar, incurre en la inmoderación demasiado a menudo.