<9>   CUESTIÓN.

  ¿Por qué Abraham y Jacob, aquél al siervo, éste al hijo, ordenaron que quienes habrían de ser bendecidos pusieran sus manos bajo su fémur (Gn 24,2 y Gn 48,12)?

   SOLUCIÓN.

  Abrahán, que obedeciendo el mandato de Dios dejó su parentela y su patria, por la herida de su carne —que fue signo de la fe— fue progresando como un glorioso caudillo que habría de combatir las batallas contra los vicios. Por gracia del Espíritu Santo, él mismo llevaba el estandarte de la santidad como adelantado y, consumadas sus obras de fidelidad, obtuvo el privilegio de una santidad eximia. De ahí que en el juramento bajo el fémur se preanuncia la santa humanidad de Cristo: según el antiguo designio del Dios omnipotente, Él nace de la descendencia de Abrahán y, mediante su humanidad, desbarató el plan de la serpiente antigua, liberando al hombre.

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