24. Sentido de la castidad y sus vestiduras

La séptima imagen representa la castidad: después de que los hombres tuvieran plena esperanza en Dios, creció en ellos la obra perfecta para que empezaran a sofocar las apetencias carnales con la castidad, que despierta vivamente la abstinencia en la flor de la carne como una joven que, al sentir el ardor del deseo, no quiere mirar al varón. Así, la castidad se despoja de toda la inmundicia suspirando con hermoso anhelo en pos de su dulce Amado, el más suave y adorable aroma de todo el bien, en las delicias de la plenitud de fuerzas de la constancia, a Quien Sus amantes han de contemplar en la belleza interior del alma. Vestía una túnica luminosa y diáfana, más que el cristal, y relumbraba en su claridad como reverbera el agua con los rayos del sol: pues luminosa y límpida su mirada, diáfana y sin sombra de las ardientes apetencias carnales, confortada milagrosamente por el Espíritu Santo, está revestida de la inocencia que resplandece en la cristalina pureza del manantial de aguas vivas: el Sol esplendoroso de la claridad eterna.
Sobre su cabeza había una paloma con las alas desplegadas como para volar, que, inclinándose, miraba su rostro: porque en su origen -su cabeza.- está cobijada por la defensa del Espíritu Santo que, a la sombra de sus alas desplegadas, la transporta remontando las turbulencias de las asechanzas diabólicas cuando, con el ígneo amor de la bienaventurada inspiración, dirige Su mirada allí donde la castidad revela su dulce rostro.
En su vientre aparecía, igual que en un espejo, un niño blanquísimo, en cuya frente estaba escrito: «Inocencia»: en las entrañas de esta límpida y diáfana virtud subsiste intacta, hermosa e inquebrantable, la pureza, que aparece bajo la forma de un retoño, simbolizando la integridad de la sencillez infantil; así como en su frente -su conocimiento- no veréis arrogancia ni enaltecida soberbia, sino franca inocencia.
Su mano derecha sostenía un cetro real, y apoyaba la izquierda sobre su pecho: porque, por la parte derecha -la de la salvación-, se ha manifestado a través del Hijo de Dios, Rey de todos, la vida en la castidad que bajo Su escudo combate, por la izquierda, el desenfreno, segándolo de los corazones de cuantos la aman. ¿Cómo? Mira que no da tregua a los placeres y, como un ave rapaz que, apoderándose de un despojo putrefacto, lo hace pedazos y lo reduce a nada, así ella conculca enteramente y aniquila ante Dios las hediondas apetencias, que, holladas, no podrán ya tomar aliento, según ha manifestado antes con sus palabras.