28. De lo que el hombre nunca podrá escrutar

Pero la distancia entre el edificio y aquel fulgor era de tal magnitud en los ángulos septentrional, occidental y meridiano, que no pudiste calcularla: porque ningún hombre, abrumado bajo el peso del cuerpo mortal, podría comprender la elación del mal en las entrañas del Demonio allá en el Aquilón, ni su desenlace entre las criaturas que obran en el ocaso de la caída humana, ni el principio o el fin del ardiente Mediodía, que es la justicia suprema; ni podría entender cómo, entre las obras y el poder de Mi ciencia, todo esto se difunde y distingue entre los pueblos, elegidos o réprobos, que están bajo Mi perspicaz y justa mirada y serán examinados en Mis preceptos, con ojo diligente y riguroso; pero que también deben tener firme confianza en que proveo a todas sus necesidades. Mas todo esto se halla tan oculto en Mi secreto, que ni el intelecto ni los sentidos humanos pueden, en modo alguno, comprender o abarcar su inmensa hondura, salvo cuanto les sea concedido por aquiescencia Mía.

Pero que quien temple su oído en el sentido místico, suspire en pos de estas palabras, encendido de amor por Mi espejo, y en la sabiduría de su alma las escriba.