25. Palabras del Evangelio

«Lo que Dios unió no lo separe el hombre» . ¿Qué quiere decir esto? Cuando Dios creó el género humano, tomó carne de la carne, haciéndolas una sola en un vínculo fundado de modo que no pudieran separarse entre sí precipitadamente. ¿Cómo? Porque tal es la alianza entre varón y mujer que, mediante una ceremonia legal, la carne se unirá a la carne y la sangre a la sangre, así que no podrán desligarse por necia premura, a no ser que, por una causa justa o una devoción fundada, ambos rompan el vínculo; pues el Señor dispuso amorosamente en el secreto de Su sabiduría esta unión de marido y mujer para la propagación de los hombres. Y, por cuanto Él ha fundado tan justamente esta unión, que el necio capricho humano no la separe en sus dos términos, y que ni el uno ni el otro lleven la dote de su sangre a un lugar extraño; mira que así como Dios prescribió que el hombre no mate al hombre, también ordenó que no desarraigue su sangre, por la cruel fornicación, del lugar que le corresponde. Por tanto, reprima el hombre el ardor de su concupiscencia, no avive con su incendio otro fuego; porque si una ardiente voluntad recibe el crepitar de otra con su abrasadora apetencia -provenga de varón o de mujer-, ambas se fundirán verdaderamente en una sola, por el deseo del alma de esta y el gustoso abrazo del corazón de aquella. Pues lo que el ojo exterior ve, aviva la brasa interior hasta hacerla incendio. Y aunque uno de los cuerpos no cometa pecado con el otro, su vivo deseo prenderá en ellos la obra del ardor, y la conciencia de la misma estremecerá sus entrañas todas. Sean, por tanto, celosamente custodiadas las murallas del hombre exterior para que el hombre interior no resulte herido por fútil imprudencia.