11. Del bautizado que regrese al Demonio
Pero si, después del bautismo, oh hombre, Me abandonas y regresas al Demonio, según justo juicio te condenarás por ello; mira que te he dado el inmenso don del entendimiento, y en el manantial del bautismo te mostré Mi misericordia. Pues cuantos busquen Mi misericordia en el bautismo, la encontrarán propicia merced a Mi Hijo, que vino al mundo y sufrió en Su cuerpo grandes tribulaciones; así que también tú, oh hombre, soportarás con paciencia las luchas entre el alma y el cuerpo y, por Mi Hijo, te acogeré.
Y que a ninguno le sea negado el baño bautismal cuando lo desee fielmente en Mi nombre, pues sea cual sea el tiempo en que un hombre Me busque, ardientemente le recibiré. Y si luego sus obras fueran malvadas, ellas mismas le condenarán a la muerte. Por tanto, oh hombre, cólmate del renacer de la salvación y hazte ungir con el crisma de la santidad; huye, pues, de la muerte hacia la vida. Que también la madre de los fieles suplica fervorosamente para que sus hijos escapen de la muerte y encuentren la vida. ¿Cómo? La Iglesia tiene una voz de lamento por sus hijos, voz que el Señor ha puesto en ella, y gemirá hasta que el último de todos entre en el tabernáculo de la Ciudad Celeste. Por eso clama esta voz: con su son Me mueve a ver y contemplar siempre -a Mí, que estoy antes de los siglos- que Mi Unigénito Se encarnó, para que, por amor a Él, Me apiade de sus hijos, acogidos por ella en la renovación del Espíritu y del agua; pues no podrán entrar en el Reino de los Cielos si no es por la salvación.